Anticipábamos en nuestro número 13 del 30 de abril, bajo el título de ´1045´ el sentido de los números. Se nos antojaba que las palabras utilizadas, de forma inicialmente aleatoria y luego fijada para la extensión de los artículos de esta publicación, coincidieran en número cuando sólo de texto se tratara.
Igualmente se nos antojaba en la suma de las unidades del número en cuestión, otro número cuyo resultado y sentido adquiría, dentro de la numerología, un estatus relevante en su interpretación desde diferentes puntos de vista.
Aludíamos igualmente a una fecha que marcaría el rumbo de estos cuatro próximos años y que coincidía con el día de las últimas elecciones municipales.
Capricho o intuición, no podremos saberlo y menos aseverarlo con certeza. Existen hadas, cuyos vaticinios se escapan a la más estricta matemática y a correspondencias de rigor científico. Sin embargo suelen producirse hechos que, enunciados en ciertos confines de la mente, vienen a ser realidad y determinantes en nuestras vidas.
Lo cierto es que la suma de aquellos factores, daban como resultado lo que veníamos a denominar ´rueda de la fortuna´ y no era otro que el número DIEZ.
Ahora, una vez cumplida aquella fecha, aparece dicho número en una suerte de determinismo inmediato, a través del que se conjugan voluntades y fuerzas de distingo signo y, según los enunciados, una voluntad común: velar por el desarrollo de un pueblo.
La suerte parece echada. La voluntad expresada. Descifrar con ponderación en qué medida ha existido correspondencia entre lo realizado y su resultado, a veces presenta sus dificultades. Sobre todo cuando no parece existir correlación entre la intención, el trabajo, la gestión y aquél, cuyo definitorio significado más allá de la numerología, nos indica que algo no ha funcionado.
En este caso, la suma de los factores también suele ser determinante. Máxime en la situación actual, cuya realidad viene a superar la ficción en una sociedad ampliamente vapuleada por las sombras que atenazan el desarrollo laboral y social de las personas.
Es difícil expresar desde una columna opinión el sentimiento que en ocasiones produce la guerra de siglas. Pudiera parecer que, más que ello, lo que viene a producirse es una competición de esferas, cuyos idearios quedaran suplantados por aquellas, en pugna con quienes las encabezan.
Es difícil mantener la unanimidad colectiva a través el trato individualizado, así como es difícil contentar al individuo a través de decisiones cuyo fin es la colectividad.
Hemos llegado a personalizar tanto el trato, que la orientación política parece depender de nuestro particular interés, lejos del bien común.
Sin embargo, abrir las puertas en un intento de acercamiento, en diálogo constante, es una de las pautas de primer orden entre quienes ahora se asoman a las nuevas formaciones que completan el espectro político. Partidos de nueva generación donde la transparencia juega un papel importante en su relación con el ciudadano.
Pero no hay que confundir transparencia con prudencia. Y todos somos conscientes del papel que juegan los actuales medios de comunicación y redes sociales, desvirtuando en ocasiones, desinformando en otras y en el peor de los casos atentando contra los inviolables derechos de las personas.
En el juego de palabras que determina una negociación, lejos de grabaciones, ha de existir la honorabilidad, fundamentada en el decálogo de buenas prácticas, así como el asiduamente afirmado, enunciado, casi jurado bien común que toda política que se precie ha de inspirar. Para ello no hace falta taquígrafos, sino confianza. Aquella confianza depositada por el representado, en quien con nombre y apellidos, tiene su voz y voto.
Si, como decíamos, han sido distintos los factores determinantes en el resultado numerológico a nivel local, no podemos despreciar los colectivos representados a nivel parcial.
Tanto que las matemáticas, en un hábil ejercicio de cálculo, pudieran variar en forma y contenido el resultado final y maneras de orientar el futuro inmediato.
No obstante hay una reflexión que hacer. Profunda, exhaustiva y concluyente respecto a la regeneración de un pasado no siempre acertado. Al fin y al cabo es mucho lo que se abarca y quizá requiere de una reorganización, distribución y conjunción de funciones a través de la que la versatilidad y funcionalidad haga más eficiente el objetivo final.
Mientras perviva la honradez, la función pública podrá salvarse, girar en torno a su regeneración y reconducir el sentimiento generalizado hacia lo que siempre debió ser. Sólo la suma de factores bien reglados podrá concluir en éxito.
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