El Loco de la salina

Se nos están muriendo

Un día voy a escribir un artículo siguiendo sus directrices y a ver quién es capaz de llegar hasta el final sin bostezar y sin decir basta ya.

Publicado: 27/01/2020 ·
21:56
· Actualizado: 27/01/2020 · 21:57
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Tengo la cabeza fatal. Los pelos los tengo muy revueltos y la verdad es que cualquiera diría que parezco un loco, cuando lo cierto es que lo soy. Pero no tengo la cabeza revuelta por estar volado, sino por echarme las manos al coco de espanto cada vez que veo por ahí algunos whatssApp. Muchos tienen tal cantidad de faltas de ortografía, que no me extraña lo que ha dicho la ínclita Dª Carmen Calvo (a su apellido no creo que se le revuelva el pelo) sobre la Real Academia de la Lengua.

Acostumbrada a ver cómo los golpistas, los del lacito amarillo, hacen lo que les da la gana y pasan hasta del Supremo, ella decide que la Academia “con todos mis respetos” es una auténtica mierda. Un día voy a escribir un artículo siguiendo sus directrices y a ver quién es capaz de llegar hasta el final sin bostezar y sin decir basta ya. Por tanto, según esta señora, lo que hay que hacer es lo que a uno le dé la real gana (perdón por lo de real), que para eso está la calle, porque para eso somos gente que anda, se abotona y tose. Mucho cateto y analfabeto es lo que hay en la calle, en el Congreso y hasta en el Gobierno.

Pues muy bien. Entonces, consecuentemente, también defenderá las innumerables faltas de ortografía que libremente vuelca el personal callejero en los whatssApp. Por cierto, whatssApp significa “¿Qué hay de nuevo? ¿Cómo andas?”, aunque algunos lo traduzcan como “guasa”. Y eso digo yo. Tiene guasa la cosa. ¿Qué tal le sentarían a muchos las patadas que continuamente le dan al diccionario? Bueno, pues ya están apareciendo soluciones hospitalarias a las faltas de ortografía. ¿A dónde van los enfermos que ya están muy malitos? Pues al hospital. A una profesora, Dª Verónica Duque (que no tiene nada que ver ni con la mujer que enjugó el rostro de Jesús, ni con el astronauta) ha ideado un hospital, pero de palabras, para aprender ortografía. Esta mujer fue la misma que sorprendió a sus alumnos al ponerse un traje que representaba el interior del cuerpo humano a fin de explicarles anatomía. Algunos se echaron las manos a la cabeza al ver tal atrevimiento, y, si se llegan a enterar antes los de Vox, hubieran exigido un pin, pan, pun parental. Porque es que ahora los padres van a tener que dar su permiso para que un profesor explique a su manera, con su libertad de cátedra correspondiente, como ocurre en los países civilizados, las cosas que por ejemplo tiene la maquinaria del cuerpo humano, no vaya a ser cosa que nos encontremos con el culo, el pene, el coño y otras barbaridades que, aunque vienen en el diccionario, hacen que podamos ir de cabeza al infierno.

En fin, que Dª Verónica, echándole imaginación y con un simple panel de corcho, intenta que sus alumnos de tercero de Primaria dominen la ortografía normal de todos los días. Para ello ha construido un hospital, donde ingresan las palabras malitas. Y a mí me parece muy bien, porque muchas se nos están muriendo. Por lo visto, cuando una palabra tiene una tilde mal puesta (o sin poner), tiene un día de ingreso; “gente” con jota, una semana; “verde” con b, tres días…Yo pondría prisión perpetua sin revisar a los que pongan “haber”, cuando es “a ver”.

La cosa llega a tal extremo que el otro día leí un chiste: Le decía la maestra al niño: -Niño, dime dos palabras que lleven tilde. Contesta el niño: -Matilde y Clotilde. Sin comentarios.

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