Pregunta. ¿Qué es la Universidad Loyola a día de hoy, tras un lustro de andadura?
Respuesta. Es una realidad. Ocupa a más de 350 personas en plantilla, más otros 300 colaboradores asociados en programas de grado, posgrado y executive education, más de 2.000 alumnos de grado… Ocupamos dos campus con miles de metros cuadrados y tenemos un proyecto de crecimiento muy bonito aquí en Sevilla. Estamos haciendo las labores propias de una universidad. En 2012 éramos una concesión administrativa, un papel publicado en el Boja tras aprobarlo el Parlamento de Andalucía.
P. ¿Estáis donde queríais estar tras estos cinco años?
R. El balance es muy positivo, pero no me gusta ser triunfalista. Estamos cumpliendo objetivos a los que nos comprometimos con sociedad andaluza y con administración. Quitando que podíamos haber tenido más desarrollo el ámbito de la ingeniería, que no se ha producido por problemas administrativos, en el resto estamos donde queríamos en ciencias sociales, en investigación, en internacionalización. En cuanto al conjunto de recursos movilizados, vamos sobre lo previsto y sin sorpresas. Me hubiera gustado tener más actividad en el área de ingeniería, pero los problemas administrativos y la situación de la propia Abengoa nos ha retrasado un poco. En cuanto a la calidad de lo que estamos haciendo, me muestro muy satisfecho, estamos por encima de lo que preveíamos. Duplicamos los ratios de internacionalización que buscábamos, o en creación de empresas también estamos más que duplicando.
P. En cuanto a vuestros títulos, a inicios del curso hiciste una serie de reivindicaciones contundentes ante la administración andaluza. ¿Qué ha sido de esas demandas sobre vuestras titulaciones actuales o futuras?
R. Todos nuestros títulos están verificados y autorizados por la Junta andaluza. En la apertura del curso académico me quejé, ante el secretario general de Universidades y otras autoridades, del retraso en la autorización, no verificación porque están todos verificados, de tres grados de ingeniería y algunos másteres. El proceso tiene dos partes: verificación de la calidad por parte de una entidad independientes, y luego la autorización de la Junta a ese título. Esta autorización nos falta en tres títulos de ingeniería y la llevamos solicitando los tres últimos años. Son ingeniería mecatrónica y robótica, ingeniería de la energía, e ingeniería de la informática y las tecnologías virtuales. Esto lo preveíamos impartir en el curso 2014/2015. Pero creo que para el próximo curso ya podremos ofrecerlas porque estamos en un proceso de negociación y diálogo bueno con la Junta.
P. Estáis en proceso de mudaros a la nueva sede de Dos Hermanas, en 2019 prevéis estar ya implantados en la nueva sede. ¿Qué será Loyola en ese momento?
R. Este proyecto de traslado y de inicio de obras en Dos Hermanas está pendiente de aprobación por parte del patronato de la Universidad. No es una decisión que yo deba de tomar, sino que por la envergadura del proyecto necesita autorización interna del patronato de la universidad. Y de la propia Compañía de Jesús, por el volumen del que hablamos. Cuando entramos en Palmas Altas de la mano de Abengoa, y por la generosidad de su presidente en ese momento Felipe Benjumea, ocupábamos sólo dos de los siete edificios de Palmas Altas. Fue necesario por nuestro crecimiento, usar una planta más de otro edificio. Palmas Altas no está diseñado para una universidad, es un campus de oficinas. Una universidad necesita espacios muy específicos, como salones de actos grandes, instalaciones deportivas, espacios propios… Al firmar con el ayuntamiento de Dos Hermanas en 2013 sabíamos que en algún momento nos iríamos. Tenemos contrato en Palmas Altas hasta 2019, y a lo largo de este año tendremos que tomar una decisión. Supondrá la creación de un campus integrado donde la interacción entre los distintos componentes de la vida universitaria sea continua. La interdisciplinariedad es clave. Una de las especificidades de la propia Universidad Loyola es la posibilidad de cursar grados dobles con distintos itinerarios, también somos interdisciplinares en investigación. El mundo va por ahí, no por divisiones clásicas entre facultades y entre investigaciones que viven separadas.
P. A día de hoy, ¿qué papel piensas que podrá jugar Abengoa en vuestro futuro?
R. El pasado está escrito y es de un inmenso agradecimiento de Loyola a Abengoa. Somos una entidad promovida por la Compañía de Jesús que contó con el apoyo inestimable y mutuamente beneficioso de Abengoa desde sus inicios. Nosotros le dimos formación para alta dirección e ingenieros, hicimos investigación con ellos en un instituto Abengoa Loyola Research y ahora estamos lamentando su desaparición. Y hemos tenido la ayuda inestimable de la utilización de los espacios de Palmas Altas. No hubiéramos encontrados en Sevilla unos espacios así cuando empezamos. Abengoa nos ha servido también para bien, como intangible, para darnos a conocer y presentarnos. La crisis que ha sufrido nos ha afectado. Somos la punta del iceberg de una compañía muy grande y muy antigua como es la Compañía de Jesús, que es 20 veces más grande que Abengoa. Está en más de 70 países y es más grande casi que cualquier multinacional española. La crisis no ha sido fácil para nosotros por dos motivos: primero, el vínculo afectivo con Abengoa. La cantidad de puestos de trabajo perdidos, personas que compartían el campus con nosotros y hemos visto vaciarse edificios con gran sufrimiento. Nos afecta en la cuestión económica, en menor medida, pero también nos afecta. Ahora estamos en buena relación con los buenos gestores, recomponiendo puentes. Están cerrando flecos de la reestructuración y yo creo que tendremos a futuro una fructífera relación. Porque hasta ahora la relación no estaba sólo en las personas, que también, sino entre instituciones porque las personas trascienden. La relación continuará, pero de otra forma.
P. En cuanto al público estudiantil al que os dirigís, ¿sigue habiendo demanda suficiente para una universidad como la vuestra y vuestros planes de crecimiento?
R. Tenemos una ventaja clara sobre nuestros competidores, y como estamos en un programa económico, pues hablemos claro: competimos con universidades públicas de Andalucía en algunos ámbitos, con las de Sevilla, con la de Córdoba… Hay competencia más difusa con las universidades del resto de Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha, que son nuestra área de influencia. Competimos también con las universidades privadas de Madrid. Es decir, un estudiante de grado de Sevilla tiene tres opciones: Olavide, Hispalense o Loyola. Pero también puede irse a Madrid a una privada, porque irse fuera a estudiar en una pública es en cierto modo un contrasentido. A ese alumno le ofrecemos características diferencias, somos Jesuitas, ofertamos todas las características de una universidad jesuita, somos una universidad moderna frente a la antigüedad de las ya existentes. También somos probablemente la universidad más internacionalizada en grados de todas las que hay en España, muy cercanos están en el Instituto de Empresa pero poco más. Tenemos más de 330 alumnos que se irán fuera de España, sobre algo menos de 500 en nuestros grados. Pero con una ventaja, ya que muchos de ellos van a Estados Unidos o Asia y América del Sur. Nos diferenciamos en eso. También en métodos pedagógicos más modernos gracias a los grupos de alumnos más pequeños, o estamos haciendo una integración muy potente de la investigación dentro de la docencia. Si todo eso lo sumas, más el ecosistema de emprendimiento o las potentísimas relaciones que tenemos con las empresas ya que hay convenios con 540 empresas, pues te da una universidad que compite con bastante fortaleza en el ámbito más cercano. Pero, al mismo tiempo, esa universidad también compite con fortaleza en el ámbito internacional. El año que viene tendremos alumnos de distintos orígenes: norte de África, de Colombia, de Perú, de Argentina… Incluso estamos compitiendo con universidades europeas y del norte de España. Hemos tenido familias que han venido de Álava, de Santander, etc… De los más de mil alumnos que están haciendo pruebas para entrar, más de 200 son de fuera de nuestra región y de nuestra área de influencia. Salvo Lugo y Orense, hay estudiantes que van a venir a hacer pruebas de todas las otras provincias de España.
P. O sea que se está produciendo el ciclo inverso, en lugar de irse desde el sur a formarse mejor al norte, Loyola está atrayendo alumnos del norte de España… No es sólo por el clima, claro…
R. No sólo por el clima o la gente, sino también por nuestra calidad. Estamos viviendo un fenómeno muy curioso, ya que estamos recibiendo mucho interés de alumnos italianos, de Roma, de Milán, de la Toscana… Y hay un flujo muy curioso también de alumnos franceses. Vamos siendo atracción. Si mantenemos nuestras características de Universidad internacional, emprendedora, innovadora, donde la investigación es importante y prestigiosa, y por supuesto jesuita pues eso va en el nombre, no tendremos problemas. El mundo universitario crece en todo el planeta, en Brasil va a haber un millón de estudiantes universitarios más que hace diez años, y China 1,2 millones más que hace cinco años. La clave es hacer que nuestras universidades sean jugadores globales. Puede parecer muy ambicioso, pero si es posible que nuestras empresas, muchas de ellas pequeñas, estén compitiendo con jugadores de primer nivel en todo el mundo y con tecnologías asombrosas. ¿Por qué una universidad no puede hacerlo? En los próximos años pasaremos a esa fase de internacionalización y lo vamos a conseguir claramente.
P. ¿Cómo gestiona Loyola el binomio Universidad-Empresa, que es la gran asignatura pendiente del sistema universitario español?
R. Hay que romper las fronteras, y las primeras que se rompen son las que se refieren a hablar el mismo lenguaje. Lo primero que hay que tener son personas que hablen los dos lenguajes. La mayoría de los problemas que tienen las universidades españolas en general, y las públicas en particular, es que hablan dos lenguajes diferentes. Muy ciertamente, los empresarios no saben lo que están pidiendo a la universidad, y muchas veces la universidad no sabe lo que le piden los empresarios. Unos piden personal ya totalmente formado, y el otro pide dinero para investigar. Esto se soluciona teniendo personas híbridas. Esto lo han hecho muy bien las escuelas de negocios, y en esa tradición de Etea y nuestras escuelas hermanas de Icade, Esade o Deusto, nos han enseñado también mucho. Hay que hacer un catálogo de servicios que la universidad puede ofrecer a las empresas, y un catálogo de demandas que la Universidad puede pedir a las empresas. Somos formadores de capital humano, por lo que tenemos que estar muy atentos a lo que las empresas demandan. En segundo lugar, las empresas tienen que colaborar en las prácticas. También tenemos que colaborar en investigación. Se trata de encontrar espacios de acuerdo que nos lleven a actividades conjuntas.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es