Ayer concluyó una semana que, definitivamente, marca un cambio de ciclo. Entramos en una nueva época. Preocupante, en mi opinión. El mundo que hemos conocido y que es el resultado de los aprendizajes de las guerras mundiales, se esfuma.
Se señala a Asia como nuevo centro geopolítico del mundo. Hay una teoría que señala que estos polos de poder se van sucediendo a lo largo de la historia de la humanidad en el mismo orden en el que nuestro planeta gira. Primero fue Asia, luego Europa, después América y ahora vuelve Asia.
El orbe planetario está sobrecogido y expectante por el rumbo político que adoptará la aún primera potencia mundial. Los desencantados del sistema escogen como solución, una que se parece mucho a la de los años treinta del siglo XX. Mientras, nosotros los europeos cruzamos los dedos para que esa solución no sea también la que se adopte en esta zona. La otrora tierra sabia y vieja, cuna de civilizaciones, que había aprendido de los errores, se queda sin respuestas a pesar de que los indicadores de alerta se habían encendido desde hace tiempo. Esta forma de vivir que hemos disfrutado durante setenta años toca a su fin. La semana pasada ejerció de testigo.
En la noche del jueves al viernes moría Leonard Cohen. Canadiense. Mientras que algunos monstruos se asoman a nuestras ventanas, algunos ángeles se van. Posiblemente cansados y defraudados con la vida. Es curioso que el sur de Norteamérica nos dé un sobresalto, mientras que el norte nos retire uno de los referentes sociales del siglo XX. Canadá es un extravagante país al que no le corresponde estar en ese lugar.
A todos se nos va algo de vida con la muerte de Cohen. Todos hemos aprendido algo con él. En mi caso, recuerdo la primera vez que visité Lisboa. Una de mis ciudades míticas. En aquella lejana tarde de primavera entré en la capital portuguesa con la radio a todo volumen escuchando a Cohen. El atardecer sobre el Tajo, la decadencia de Lisboa como fondo y de banda sonora el “Hallelujah”. Pura emoción.
Esta triste semana de un triste mes de noviembre que ayer terminó, también dará por concluida un periodo en el que creíamos que podíamos conquistar Manhattan. Y Berlín.
Sólo un salvavidas surgió entre tanto naufragio. El que nos arrojó Belén, una chica con síndrome de Down, que en la presentación del Calendario de la Solidaridad de Asedown pronunció su frase favorita: “Soy fuerte y puedo hacerlo”. En la pantalla, de fondo se sobreimprimía una cita de Freddie Mercury: “Las etiquetas confunden y aburren”.
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