La tribuna de El Puerto

Buscando a Dory

Un pegotito azul con grandes ojos color violeta recorre la inmensidad del océano en busca de ayuda para encontrar algo que ha perdido

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Un pegotito azul con grandes ojos color violeta recorre la inmensidad del océano en busca de ayuda para encontrar algo que ha perdido. El principal problema de este pequeño pez cirujano reside en su incapacidad para recordar los motivos que la empujan a seguir nadando. Su nombre es Dory y sufre pérdida de memoria a corto plazo.

Su aparición cómica estelar en Buscando a Nemo (2003) quedó grabada en la memoria de muchos de nosotros, a pesar de que 13 años dan para olvidar infinidad de cosas, demostrando que la memoria a largo plazo, reservada exclusivamente para las cosas importantes, siempre tiene hueco para las enseñanzas que Pixar nos tenga preparadas.

Buscando a Dory (2016) se ha convertido en la película de animación con mejor estreno durante su primer fin de semana en la cartelera de EEUU, cumpliendo así con uno de sus principales objetivos como secuela. Además, la heterogeneidad de su público potencial le aporta una ventaja considerable, llenando salas con espectadores de todo rango de edades.


En la dirección repite Andrew Stanton, habitual de Pixar y director de otras de sus obras más conocidas, tales como Wall-E (2008) y Bichos (1998), donde ya se exploraba la fábula como fondo y la explosión de colorido y plasticidad como potenciadores de la forma.

Quizás, en esta segunda parte, su enfoque formal y sustancial se halle ligeramente dirigido hacia el público más joven, a pesar de los momentos dramáticos que protagoniza nuestra pececilla azul, valientemente transformada en protagonista absoluta y representante ejemplar de todos los colectivos con discapacidad.

Exceptuando ciertos momentos de verdadera tensión narrativa y emocional, en los que la aventura logra encoger el corazón y roza la magnificencia de su primera entrega, Buscando a Dory bascula sus mayores aptitudes hacia el lado más surrealista de su argumento, restando algo de veracidad al conjunto y, por tanto, ganando en risas y entretenimiento.

El abandono del medio marino durante gran parte del metraje puede mellar en algunas ocasiones el maravilloso trabajo de recreación de escenarios y personajes, que sin duda, se verían favorecidos en su hábitat natural.

En cuanto a Dory, más consciente de sus limitaciones que nunca, se arrojan ciertas consideraciones acerca de su condición y del reflejo de esta en su círculo social más cercano, estableciendo situaciones en las que debe apañárselas por sí misma para conseguir sus metas, sorprendiendo a todos con su autodeterminación y valentía, y dejando claro que no por ser diferente se es capaz de menos, simplemente hay que centrar los esfuerzos en buscar otra manera de hacer las cosas y, a pesar de la corriente, no cejar nunca en el empeño de seguir nadando.

Para leer más sobre cine puedes visitar mi blog elmuro dedocsportello.wordpress. com

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