La tribuna de El Puerto

La Semana Santa y la educación del niño

Independientemente de las creencias religiosas (o en ausencia de ellas), no puede negarse que la Semana Santa reúne numerosos elementos culturales difíciles de separar de nuestra historia, desplegando un llamativo conjunto de comportamientos fuertemente arraigados en la cultura popular.

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Independientemente de las creencias religiosas (o en ausencia de ellas), no puede negarse que la Semana Santa reúne numerosos elementos culturales difíciles de separar de nuestra historia, desplegando un llamativo conjunto de comportamientos fuertemente arraigados en la cultura popular.
La Semana Santa posee una vertiente religiosa y otra mundana (prefiero no llamarla pagana), que aunque solo vayan unidas para el creyente, influyen en toda una sociedad de raíces culturales cristianas, representando un periodo diferenciado incluso para el no creyente. La Semana Santa es también un largo periodo vacacional escolar, y parece lógico aprovechar el valor educativo que de ella pueda derivarse. Cuando estaba en el colegio, en estas fechas hacíamos pasos y penitentes de cartulina en las clases de manualidades, y lecturas y redacciones sobre la pasión de Cristo en las de lengua. Pero aunque estas actividades continúen realizándose en muchos colegios, me centraré brevemente en otros aspectos educativos de la Semana Santa: la pertenencia del niño a las cofradías y su asistencia a los desfiles procesionales. Independientemente de aspectos religiosos, las entidades con vocación de acción social aportan importantes valores educativos. Las cofradías, además de organizar los desfiles procesionales durante la Semana Santa, defienden durante todo el año valores de hermandad y aspiran a representar un papel como agente benefactor para la sociedad. Su valor educativo dependerá esencialmente de como ejerzan dicho papel, no solo de como organicen las actividades en torno a la Semana Santa. En cuanto al seguimiento de los desfiles procesionales, la buena educación y el respeto a los demás, son valores que podemos inculcar en los niños cuando asisten a estos eventos, comenzando con nuestro ejemplo. Las reflexiones sobre el significado histórico, etnológico o religioso de los desfiles procesionales, así como sobre la belleza artística de las imágenes y demás objetos presentes, suelen alejarse educativamente del niño, aunque también pueden disfrutarlos convenientemente guiados por los adultos.

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