Este programa de carácter preventivo, en marcha desde el año pasado, permite diagnosticar la sordera congénita en los primeros meses de vida del menor y facilita una adecuada intervención terapéutica y un seguimiento constante durante los 2 primeros años. La detección precoz es básica para que madure el oido, pues evita el deterioro de ésta ante la falta de estímulos acústicos, a la vez que favorece el buen desarrollo lingüístico, cognitivo, social y emocional del menor. Una detección temprana del problema permite aumentar las posibilidades de rehabilitación y adquisición del lenguaje interior o lenguaje sentido, que se produce entre los dos y tres años de vida.
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