Fuenteheridos recupera la casa de los Jesuitas

La iniciativa ha sido llevada a cabo por Luis y Julia, dos socios que han establecido en la casa un coqueto y atractivo restaurante

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  • Casa de los Jesuitas -
A veces el patrimonio de nuestros pueblos resulta oculto o, peor aún, olvidado durante decenios. Incluso sucede que existen elementos patrimoniales no valorados que sucumben a la piqueta o a la degradación.

No le va a suceder esto a una de las joyas patrimoniales modernas con que cuenta Fuenteheridos, ya que ha sido restaurada y puesta en valor la llamada Casa de los Jesuitas, una casona de gran valor estético, sentimental e histórico.

La iniciativa ha sido llevada a cabo por Luis y Julia, dos socios que han establecido en la casa un coqueto y atractivo restaurante. Bajo el nombre de “San Ignacio de Loyola”, están haciéndose con un hueco en el amplio catálogo de la restauración serrana ofreciendo calidad y buenos productos.

Los servicios se prestan en las dependencias de la vieja casa, lo cual confiere al local una peculiaridad especial. El acierto en la decoración y la utilización de elementos antiguos aporta una atmósfera que nos retrotrae a épocas pasadas.

La Casa de los Jesuitas es un amplio edificio situado en el centro de Fuenteheridos, a las espaldas de la iglesia neoclásica del Espíritu Santo. Consta de una multitud de estancias divididas en plantas, incluyendo unos amplios bajos y un coqueo patio donde se ubica una de las joyas del inmueble. Se trata de un gran pozo que da a cuatro cercados conexos, cada uno de ellos con acceso al mismo a través de ventanucos tradicionales.

La magnífica escalinata es doble y su subida está adornada con diversos elementos que incluyen vidrieras y un mosaico de azulejos realizado por la mítica fábrica trianera de cerámicas de Mensaque, y que representa a San Ignacio de Loyola, fundador de la Orden de los Jesuitas. La escalinata finaliza en una gran cristalera por donde se accede a la primera planta, aún en obras en su mayor parte, aunque en estos momentos sus salones son aprovechados para ofrecer eventos y reuniones de grupos numerosos.

La casa arrastra una historia plagada de enigmas y recuerdos en los que ha profundizado el escritor de Fuenteheridos Rodolfo Recio. El investigador ha elaborado un trabajo para los nuevos gestores del local donde se pone de manifiesto el importante papel del sacerdote del pueblo, Don Carlos Sánchez Fernández, el curioso accidente que le costó la vida y el intrincado proceso legal del inmueble.

El informe resalta las estancias de la casa, entre las que sobresalían elementos decorativos como la techumbre de madera de castaño o las figuras esculpidas en escayola, los grandes dormitorios con lechos de dosel del ala sudoeste, la capilla-oratorio con suntuoso techo de lacería neomudéjar, o el merendero con forma de pérgola y azulejos sevillanos que se encuentra en el patio.

El misterio del edificio se extiende a su frustrado uso, que los jesuitas nunca pudieron ejercer, pensado para ser casa de retiro espiritual. Posteriormente, tras la contienda civil, se utilizó como una especie de albergue de niños desamparados, lo cual ha sido confirmado por clientes del restaurante que han visitado la casa y han contado sus sensibles recuerdos.

Sus actuales propietarios pretenden acondicionar la casa en su totalidad, incluido su sótano como cafetería con acceso al patio donde se pretenden celebrar recitales y otras actividades. En todo caso, su iniciativa ha contribuido a salvar del olvido una parte importante del patrimonio de Fuenteheridos que ahora puede disfrutar toda la sierra.

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