La crisis mundial cimentada por el propio sistema, a despecho de lo que muchos bienintencionados ciudadanos estiman sin criterio científico alguno, está siendo cada vez más dura. Los recortes de las posibilidades de desarrollo frenan la capacidad adquisitiva y merma los recursos naturales del individuo, es decir: minan su moral, lo segregan de su comunidad y le destruyen el ánimo, sometiéndolo a la sujeción de unas normas de trabajo lamentables –en el caso de que se tenga empleo–, un salario de miseria, unos contratos basura que generan a la larga un ingente cúmulo de pobreza y la sensación siempre flotando en el aire, en permanente gravitación, de que esta vida, así llevada, no merece la pena.
Este 1º de Mayo la consigna anticapitalista debe hacerse clara y evidente. Ya no es posible transigir ni un minuto más con el despotismo imperial que arroja saldos escalofriantes de exclusión y hambre, de desigualdades sociales, paro y miedo, mucho miedo, mientras escondidos en sus confortables despachos, la cúpula de magnates que de facto gobiernan los pueblos –véanse banqueros y grandes corporaciones mediáticas– se relamen la baba de los 30.000 millones de euros como parte del programa gubernamental de inyección de liquidez financiera. Espero que, al menos, nunca digan que se trata de un premio a la noble y bondadosa conducta de los bancos, auténticos explotadores de la Humanidad.
¡Proletarios de todos los países, uníos! Romped las cadenas de la opresión y que el combate del viernes se libre con valentía en pos de un nuevo programa revolucionario, republicano y socialista, conquistando la democracia popular del hombre nuevo.
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