Aprovechan la coyuntura y se disponen al asalto final al tiempo que coquetean con la flexibilidad laboral como para que al personal se le vaya haciendo el cuerpo. Llevo escuchando, por cierto, eso de que hay que reformar el mercado de trabajo desde hace 20 ó 30 años y tengo más de 40. No soy de los que veneran el extinto comunismo prosoviético, pero que me aspen si ese debatecito no despide ya un sospechoso tufillo a rancio. Reformas ha habido varias, reconozco que no sabría decir exactamente cuántas desde 1982 para acá, y a mí como que no me cuadra la insistencia obstinada en ese discurso cada vez que la oportunidad se tercia.
No sé qué es lo que pretenden. Como si en este país la empresa privada no hubiera contado nunca ni contara con mil y un resquicios por donde colarla. Como si no hubiera contratado ni contratara por tres perras gordas y en algunos casos hasta con bonificación, desde hace mucho, desde antes incluso de que Aznar llegara al poder, y pagando salarios en algunos sectores de actividad que daban y siguen dando pena, que no todos los trabajadores por cuenta ajena somos altos ejecutivos ni mandos intermedios. ¡Encima que tienen la sartén por el mango todavía piden más! Sin empleados, los empleadores no pueden apañárselas y sin empleadores los empleados como casi que tampoco. A lo mejor preferirían algunos que todos nos convirtiéramos en autónomos. ¡Sería la rehostia!
Para los empresarios, que obtendrían mano de obra, así como servicios, sin apenas coste social. Para el Estado, que no pagaría subsidios por desempleo, al menos antes de 2011. Y, bueno, hasta sorprenderíamos, seguro, a los americanos y compañía.
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