Yo diría que es todo lo contrario, que lo que está haciendo es cundir la incertidumbre y ver vociferante y descompuesto al ministro responsable de las pensiones por algo que al fin y al cabo no ha sido más que un comentario fundado en datos, en el marco adecuado del Pacto de Toledo y en condicional de un economista de reconocido prestigio como es el actual gobernador del Banco de España. Un comentario, hay que decirlo, sobre lo que a estas alturas del envejecimiento de la curva demográfica ya es una solemne obviedad en cualquier foro de expertos, le guste o no al ministro, para garantizar la viabilidad a medio plazo de las pensiones públicas del Estado de Bienestar hay que tomar medidas ahora, que es lo que están haciendo los principales países de la UE, por cierto.
Son de esas que se llaman medidas impopulares, este es el problema, es decir, de las que no dan votos de manera automática ni sirven al afán de perpetuarse sin más en el poder. Tratar a los ciudadanos como a los adultos que son y explicarles por qué hay que adoptarlas apelando a su inteligencia y a su buen sentido es lo que debe hacer en estos casos el político respetuoso con su papel de simple re-pre-sen-tan-te de sus iguales (que no de sus súbditos), elegido en las urnas. Esto es la democracia. Para ilusionar con una idea primero hay que pensar y después explicarse, razonar, articular un discurso coherente, tratar de convencer, pedir el apoyo y la colaboración de todos. Justo lo contrario de la puerilidad al uso de estos gobernantes de guardería que cuando la realidad no les gusta, tiran las mentiras a la gente envueltas en papel de celofán como se tiran los caramelos a los niños, y mandan callar a los que saben para que siga la siesta, vamos.
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