El cambio efectuado por Zapatero indica dos cosas fundamentales. La primera, que las encuestas empiezan a declinar un descenso imparable de la popularidad del presidente y de la intención de voto del partido. Y la segunda, que el pánico a un batacazo electoral en las europeas podría ser la premonición de un desastre en las municipales y en las generales. Se trata de medidas de emergencia para situaciones límite. Pero ya no quedan más cartuchos si la fórmula resulta fallida.
Para paliar efectos tan indeseados había que recurrir a un cambio de sistema. Hasta ahora, con el viento de popa de un PP haciendo apuestas ideológicas y estratégicas radicales, y con la economía en la bonanza del ladrillo, bastaba con algunos gestos progresistas para aglutinar el voto de izquierda, cuando el presidente pronunciaba el grito de “que viene el lobo de la derecha”. Ahora, con las colas de parados desbordando las veredas y un PP que intenta centrarse, la faena tiene que ser distinta.
No se imagina uno a Manuel Chaves y a José Blanco diciendo amén en la catedral del poder a las decisiones solitarias de Zapatero. Todo ha cambiado después del incidente de Kosovo. Nadie habla ahora de Carme Chacón que era la ungida para futuras promociones.
Las relaciones con Obama se han reconstruido, pero ha quedado en evidencia que la soledad y el autismo con que el presidente ha dirigido el Gobierno hasta ahora no será posible con los pesos pesados incorporados. ¿Sabrá cambiar a estas alturas Zapatero su tecnología política o es algo que está en su naturaleza por encima de las coyunturas?
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es