En román paladino

Escándalo en Cataluña

Bienvenida sea la justicia a este festín de desalmados, envueltos en una bandera manchada.

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Es el fin de un mito. Pero no el descubrimiento de algo completamente desconocido. Por eso la evangélica caída del caballo que importantes dirigentes empresariales, políticos y periodísticos están escenificando estos días no suena del todo bien. Es una ceremonia de cinismo institucional porque simplemente ha pasado que el velo ha sido descorrido.  Naturalmente si había 3% o 10 % alguien contrataba, adjudicaba y pagaba y, como se trata de cientos de adjudicaciones y contratos, son muchos los cargos políticos y   empresariales  los que han contribuido, con su aportación administrativa o monetaria, a la creación del impresionante monstruo que  ocupa  las primeras páginas y que ha  terminado por convencer a la opinión pública de que la corrupción anida ya en todas partes. No es verdad, pero nadie puede quitar ya de la cabeza de los ciudadanos  ese dato de su conciencia.

Desconozco cuántos casos tan espectaculares como el del antiguo muy honorable presidente de la Generalitat catalana, Jordi Pujol, se pueden producir en el futuro. Sin duda no muchos, pero no es descartable del todo que, en esta nueva fase de transparencia,   alguno destacado pueda estallar, aunque sin consecuencias penales.

¿Qué ha sucedido para que sea precisamente ahora cuando salga a la opinión pública el caso Pujol? Es cierto que en el pasado distintos escándalos han ido salpicando a algunos de sus colaboradores. También lo es que distintas actuaciones judiciales y periodísticas han ido alcanzando a alguno de sus hijos. Pero la confesión del jefe de la saga Pujol ha desencadenado una reacción en cadena y lo que era un run run de rumores se esta transformando en certezas de un escándalo mayúsculo y de dimensiones dinerarias formidables. El más que probable cuento de la herencia  parece la punta del iceberg de una trama  mayúscula de extracción de porcentajes de todo lo que se movía en Cataluña. Su dimensión asusta. Su bajeza moral apabulla. El silencio de los cómplices avergüenza.

¿Por qué ahora? Primero y principal porque desde el partido de Jordi Pujol se ha querido –y se quiere-  hacer un  desafío total al Estado   y porque circunstancias colaterales han ayudado. Una mujer despechada y con mucha información. Un empleado de banco de Andorra cansado de cuadrar lo que no cuadraba con su conciencia y con su responsabilidad. Unos jueces que no han querido mirar hacia otra parte…

Bienvenida sea la justicia a este festín de desalmados, envueltos en una bandera manchada.

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