El aroma del fútbol

El exbarcelonista Pep Guardiola, en un alarde de extrema sencillez, confesaba: “No importa el sistema. Lo que importa son los goles”

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Qué quieren que les diga: nunca he creído en las estrategias de pizarra, esas que diseñan con la minuciosidad de un orfebre los entrenadores antes de los partidos .En el fútbol, como en las guerras, hay un punto impredecible. Un partido, pienso, es un libro abierto donde caben finales inesperadas. En un terreno de juego se suceden, en pocos minutos, decenas de movimientos, regidos muchas veces por el azar y la casualidad. El balón rueda con la impronta que le imprimen una cabeza y unos pies sometidos a la presión de un público exigente. La suerte, un árbitro indeciso o un fuera de juego no pitado pueden dar al traste con los sueños del mejor entrenador.
El exbarcelonista Pep Guardiola, en un alarde de extrema sencillez, confesaba: “No importa el sistema. Lo que importa son los goles”. Goles son amores... Vujadin Boskov era de la opinión de que los partidos había que jugarlos: “El fútbol es impredecible porque todos los partidos empiezan 0-0”, repetía.
Del fútbol, lejos de lecturas tácticas, me ha seducido siempre el ambiente pre-partido, el aroma de batalla por ganar, la coincidencia sentimental de que formamos parte de una nación, una ciudad, un vecindario. Veo banderolas de nuestra selección en los balcones, hay ambiente de fiesta, tomas asiento en la televisión, en fin, y todo te recuerda que España tiene una cita en Brasil. El fútbol es el consuelo de los pobres al que  se apuntan los ricos, que también lloran. El antídoto contra la rutina diaria. Juan Pablo II, quiso apresar este sentimiento común que une a pobres y ricos: “De todas las cosas sin importancia, el fútbol es de largo la más importante”.
Brasil, el país donde el fútbol es arte y pasión, baile alrededor de una pelota, es el escenario de un nuevo mundial, siempre cargado de sorpresas. Cuando escribo este recuadro La Roja, nuestra Roja, lo tiene crudo. No me gustó Casillas en el primer partido. La selección necesita recambios porque, visto lo visto, cualquier tiempo pasado fue mejor.
¿Un ganador para este mundial?, me preguntan en una emisora de radio antes del torneo. En esta ocasión no veo a España como favorita, respondo. Apuesto por Brasil. ¿Se imaginan una final Alemania-Brasil? ¿O esta otra: Italia-Brasil? O una más: Italia-Argentina. Cualquiera de estas puede ser un espectáculo para los amantes del balón. Imaginen la tarde: una finalísima igualada, las calles vacías, la compañía de la radio, un sofá ‘largooooo’, un Martini en su punto... Y la guinda, los goles, una final con goles... ¿Se puede pedir más?

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