Por desgracia somos legatarios de una historia de vastos condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, han dificultado el camino de la mujer-madre-esposa-hija-hermana-…, ¡por el único hecho de ser mujer!, ha sido (y todavía lo es) despreciada en su honor, olvidada en sus derechos, marginada frecuentemente e incluso reducida a puro comercio, sólo hay que ver los anuncios publicitarios.
Nadie tiene dominio sobre el amor, pero el amor domina todas las cosas. Sólo hay que salvar del derrumbe esta potestad. Las demás dominaciones no hay que salvar ninguna y menos si son de género. Si acaso, lo único que cada cual ha de tener es dominio de sí y de su uso. Porque evidentemente el amor, más que un impulso de dominio, es una creación, donde sobran las leyes, lo toma todo y todo lo da. Por cierto, hablando de creatividades, nos alegra que un año más, el Ministerio de Cultura español, avive el "Ellas Crean", despuntando en el calendario como el primer regalo de la primavera. Un festival consolidado, ineludible, que se ha convertido en uno de los acontecimientos culturales de mayor rango e interés de cuantos se organizan en torno al Día Internacional de las Mujeres que, pienso, debería hacerse extensivo también a los hombres, pasando a denominarse "Ellas y Ellos Crean". Crean y creen que son precisos y complementarios. Apunta el Ministro, – César Antonio Molina-, a propósito: "que es un festival necesario que abarca todas las artes: un collage de cine, música, danza, teatro, ensayo, poesía, artes plásticas, moda… siempre en clave de mujer". ¿Y por qué no en clave de entendimiento entre mujeres y hombres?, -me pregunto-. El Año Europeo de la Creatividad y la Innovación, no es de género, es de personas, dispuestas a percibir el cambio como una oportunidad y estar abiertas a nuevas ideas que promuevan la invención y la participación activa en una sociedad culturalmente diversa y basada en el conocimiento.
Un conocimiento que ha de hacer hundir el muro del dominio de géneros. Abajo el imperio de los dominadores. Arriba la creatividad como misión humana de todo humano. Sabemos que crear es tan arduo como ser libre, pero vale la pena esta apuesta sin condicionantes. La complementariedad mujer-hombre, bajo el signo de la igualdad, es el quid que da libre acceso a una sabiduría que humaniza, que no es propiedad de los avasalladores de este mundo, sino lucidez de toda persona. Se dice que la ocasión hay que crearla, no esperar a que llegue, y ahora es el momento de que se valore al ser humano como persona, sea mujer o sea hombre. El progreso se estima según categorías científicas y técnicas, y también desde este punto de vista la aportación es conjunta: mujer-hombre. No obstante, tampoco es ésta la única dimensión del avance, es más, ni siquiera es la principal. Más significativa es la dimensión ética y social, estética y humana, comprensiva y maternal desarrollada de manera magistral por la mujer.
En esta vertiente humanizadora, también la sociedad es verdaderamente deudora de la genialidad femenina. ¿Cómo no admirar y mirar con gratitud a todas las mujeres que han trabajado y siguen trabajando duro por la convivencia, a menudo en circunstancias muy precarias, sobre todo en los países más pobres del mundo, dando un testimonio de disponibilidad que a veces roza el martirio?
En este 2009 hay que seguir apostando por derrumbar el muro del dominio. "La maté porque era mía" –todavía dicen los asesinos. La violencia contra la mujer sigue sin atajarse. A los opresores les importa un rábano el día internacional de la mujer. El problema hay que seguir abordándolo con los recursos necesarios y la atención necesaria. Toda intimidación es inaceptable. Asimismo, ya es hora de que mujeres y hombres tomen una participación igualitaria en la toma de decisiones sociales. Quizás sea el momento de dar fuelle a una profunda revolución social, regeneracionista y transformadora en las relaciones entre mujeres y hombres, de manera que la persona, sea mujer o sea hombre, puedan asumir un mayor control de sus propias vidas, tanto financiera como físicamente. No se trata de enfrentar a hombres y mujeres o a niños y niñas, sino de avivar uniones que se complementan. La globalización, la actual crisis, necesita esfuerzos comunes. No tiene sentido el sexismo cuando todos precisamos de todos.
Qué caiga, pues, el muro de las desigualdades y que resurja el lienzo inmaculado de la alianza. El talento no es cuestión de género, sino de valores comunes, que se dan en todo ser humano: disciplina, amor, buena suerte, pero, sobre todo, tenacidad. Firmeza, al fin y al cabo, creo que es lo que hace falta para que perezca la muralla de los soberbios dominadores de una vez por todas.
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