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Querido ministro...

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Perdóneme, señor Montoro, pero no le creo. Ni pienso ni percibo que la economía se esté recuperando ni que, a partir de ahora, todos los esfuerzos que desde la ciudadanía hemos hecho vayan a convertirse en camino de rosas por la que encauzar nuestras vidas.

No intente, señor Montoro, venderme la moto, porque no creo que lo consiga. Ni a mí ni a nadie. Los ciudadanos tenemos los bolsillos vacíos, pero repletos del humo que usted nos cambió por un voto.
Aquí abajo, en el pueblo, estamos ya cansados de la palabrería vacía que utilizáis los políticos. La defensa en el Congreso de sus Presupuestos del Estado para 2014 ha sido solo un capítulo más del uso de la verborrea para generar unas expectativas que solo sirven para que la caída sea más dolorosa.

No nos hable de las bondades que traerá el crecimiento de nuestra economía un 1%, ni de la mejora de la financiación exterior de España merced a la bajada de la prima de riesgo, ni mucho menos nos asegure que los ciudadanos vamos a ganar poder adquisitivo cuando la previsión de la subida de los precios está por encima del alza de las pensiones, de los estancados sueldos de los funcionarios o de la limosna de los 400 euros.

No insulte la inteligencia de los españoles y baje de su torre de marfil a la calle para ver lo que en ella sucede. Cuando esté en contacto con el asfalto –y no me vale el camino que hay de su coche oficial a la entrada del Congreso- pregúntele al carnicero si la gente sigue comprando jamón o ahora prepara los bocadillos con chóped, acérquese al quiosquero y charle con él sobre la venta de prensa. Vaya, señor Montoro, al mercado de cualquier pueblo y hable a los pescaderos sobre la prima de riesgo, que ellos le dirán que cada año que pasa venden menos marisco para las cenas de Navidad.

Le animo, querido Ministro, a que una mañana cualquiera se dirija a una ‘oficina del paro’ y pregunte a los cabezas de familia que allí se encuentren cómo se puede vivir con 400 euros al mes. Ellos son los verdaderos héroes de esta crisis, los auténticos ministros de Economía, los que hacen malabares con cuatro perras para que a sus familias no les falte de nada. Quizá usted prefiera al señor De Guindos, pero, permítame, yo me quedo con todos ellos. Cuestión de gustos.

Sé que usted nunca leerá esta carta y que, aunque lo hiciera, difícilmente la tomaría en consideración, pero le doy las gracias, señor Montoro, una vez más, por haberme servido de excusa para enlazar estas ideas en forma de epístola y haber podido rendir mi minúsculo homenaje a todos los pequeños comerciantes, trabajadores, parados jubilados o estudiantes que están sufriendo las terribles consecuencias de una crisis que no crearon.

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