Notas de un lector

Palabras, palabras

'Palabras' es un libro que pretende destacar el valor de la palabra, su sonoridad, su profundo significado

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La lectura de determinada palabra, en uno de los miles de fragmentos de los famosos Rollos del Mar Muerto, gracias a las nuevas tecnologías aportadas por Google, ha permitido al investigador hebreo ElishaQuimron interpretar de manera distinta un pasaje trascendental de las relaciones de Noé con sus hijos Shem y Cam. Una palabra, digo:Ohel, en hebreo, tienda o tabernáculo, pero como El (Dios) está escrito en grafía diferente a la del resto, vendría a significar “tierra de Dios”.

     Si me detengo en tan reciente noticia, es porque, coincidiendo con su publicación, llega a mis manos el libro “Palabras” (Kalandraka, mayo 2013), editado con una ayuda del Ministerio de Cultura, escrito por Jesús Marchamalo e ilustrado por Mónica Gutiérrez. Un libro que pretende destacar el valor de la palabra, su sonoridad, su profundo significado: “Un texto -se nos dice- que transmite veneración por el lenguaje…, un álbum poético y sugerente”. Destinado a niños  a partir de ocho años, comienza así: “Me gustan las palabras. Me gusta bajar por las mañanas a comprarlas, y elegirlas una a una, como si fueran albaricoques maduros”.

     Vale la imagen, vale, -¿por qué no?-, el albaricoque. Pero lo mejor es que el hablante -menor o mayor- lleva esa “tienda” dentro de sí, y sólo tiene que hurgar en su mente para escogerlas, alinearlas, saborearlas, usarlas a su modo y capricho. Tenemos un idioma tan rico, tan desbordado de vocablos hermosos que adentrarse en él es gozarlo. Algunas veces en encuentros con niños -y con profesores-, los he animado a abrir nuestro diccionario al azar, en la seguridad de que, en cualquiera de sus páginas, aparecerán palabras que nunca hemos usado, y que están ahí, aguardando a ser rescatadas y puestas a vivir (Y pienso en esos niños a los que se les niega su idioma. Y es una lástima. Porque nuestro bilingüismo es enormemente enriquecedor, y es incomprensible que quienes crean saber tanto, no lo entiendan así.)

Marchamalo recuerda, en su despliegue verbal, hábilmente hilvanado, las palabras que amaron ciertos escritores relevantes: Octavio Paz, nube; Borges, cristal y ámbar; al propio autor de este libro, duermevela; empero, otros anotaban las palabras que detestaban: Unamuno, mocoso; Baroja, propugnar; Dámaso Alonso, bastardo; Ortega y Gasset, cosa… Y es que las hay para todos los gustos: azul, lapislázuli, niño, sombra, espejo, madre…

     Bienvenido sea este libro, que nos hace pensar en lo que, por próximo y cotidiano -la palabra- no revestimos de la importancia real que tiene, ya que nos permite entre otras virtudes comunicarnos, ser uno en (con) los otros. “Gracias, palabra, por permitirme ser”, escribió, años, atrás, un poeta andaluz.

     Jesús Marchamalo, madrileño del 60, es escritor y periodista de probada madurez, preocupado siempre, en sus publicaciones y sus conferencias, por los libros y el lenguaje. Mónica Gutiérrez, mexicana del 67, residente en Madrid y doctora en Bellas Artes por la Universidad Complutense, tiene una brillante trayectoria como ilustradora de literatura infantil y juvenil. Se ve que ha disfrutado ilustrando este libro. Como su compañero

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