Me queda la palabra

¿Monarquía o República?

Son estos motivos más que fundados para que, una vez perdida la confianza en la institución, la gente preste atención a los cantos de sirena de otras ideas distintas

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¿Monarquía o República?¿Monarquía o República?
Durante los años transcurridos desde la caída de la República el 1 de Abril de 1939 hasta nuestros días, el regreso a esta forma de estado ha sido una reivindicación que no ha dejado de existir entre amplias capas de la población. La vuelta a la República, basada en la legitimidad de un modelo de estado que se truncó por la fuerza de las armas, ha sido una referencia de quienes se han sentido  atemorizados, oprimidos, desplazados, privados, marginados, engañados, decepcionados y otros muchos etcéteras, por los gobiernos de turno, según la época de que hablemos en estos largos años. La defensa de la República para España como forma de estado, desde que la IIª desapareciera de la forma que conocemos, es motivo de esperanza para quienes creemos que otra alternativa es posible.
El hecho de que España siga manteniendo una Monarquía se debió a la voluntad del Dictador, que sirviéndose de la proximidad ideológica de la amplia mayoría de las fuerzas que lo apoyaron, convino que la recuperación de la dinastía borbónica era lo mejor para superar el lastre que la ideología del régimen, residual tras la derrota de los fascismos en la II Guerra Mundial, suponía en la aceptación de los países democráticos.
La legitimidad emanada de las urnas, que fue socavada por la insurrección militar, ha sido el argumento jurídico que ha dotado de base argumental a la idea de que la República es la forma de Estado de la que se dotaron los españoles, cuando decidieron libremente. Las razones que las fuerzas democráticas adujeron para pactar la transición, no desligitiman la legalidad vigente que se subvirtió en el 1936.
Bien es cierto que tras la recuperación de la democracia en España, se considera por la mayoría de las gentes españolas que no tiene sentido el argumentario anterior, pues el nuevo estado está legitimado por la aceptación plebiscitaria de las leyes en que se sustenta. Eso no evita, sobre todo en los momentos más críticos, que el recuerdo de la República sea un acicate para pensar que otro mundo es posible. Pero el hecho de reivindicar esta forma de gobierno no es solo un ejercicio de nostalgia de algo que, a pesar de sus luces y sus sombras, recuerda un periodo ilusionante de nuestra historia. Si bien el colectivo comprometido con el republicanismo es muy consciente de en qué se sustenta, la población, en su amplia mayoría, tampoco tiene un interés demostrado por una situación que le resulta muy lejana. Solo, por medio del análisis de la realidad, puede llegar al convencimiento de que otra solución a la forma de Estado en España, sería muy conveniente.
Desde el regreso de la Monarquía, una buena labor de marketing, no exenta de mentiras, ocultaciones, tergiversaciones y exaltaciones exageradas, fue creando una imagen campechana y próxima de la figura del rey: el resultado, el pueblo iba mejorando en progresión geométrica su aceptación al rey, relegando al olvido la idea republicana. Pero como todo aquello que se sustenta en algo artificial tiene los pies de barro, el conocimiento de numerosas situaciones que mostraban las debilidades de la persona y también determinadas situaciones que ha sido inevitable que se hicieran públicas, han servido para que la sufrida nación española se cuestione el fabricado prestigio que otorgamos al monarca. Es más, muchas de las noticias que se producían en este sentido, cuando no se podían silenciar, contaban con la desconfianza del pueblo y la figura de Juan Carlos I seguía incólume.
Quizá haya sido el hartazgo de la población, el cansancio de la ciudadanía por todo lo que está sufriendo, recibiendo a cambio la incomprensión, la burla, el insulto y la represión, que cuando ha recibido noticias de hechos evidentes y de conductas de los miembros de la Casa Real, no ha tenido la necesidad de seguir justificando actitudes intolerables. Muchos son los ejemplos que llenan las páginas de las proteccionistas cabeceras de los medios de comunicación, así que son estos motivos más que fundados para que, una vez perdida la confianza en la institución, la gente preste atención a los cantos de sirena de otras ideas distintas. Salvado el anacronismo que supone para una sociedad moderna, mantener una familia con unos privilegios que la hacen estar muy por encima del resto de los españoles, ahora además hay motivos para reforzar esta tendencia a superar una institución obsoleta y caduca, que pregona lo que no cumple.
Para terminar, una imagen vale más que mil palabras: Su Majestad dijo que todos somos iguales ante la ley. Él ya ha buscado los resortes que logren lo que a cualquier ciudadano normal le resultaría imposible, que un abogado defensor y un fiscal se pongan de acuerdo para oponerse a que un juez te pueda imputar y además lo consiga.
Posiblemente la República no nos traerá otra situación muy diferente a la que tenemos, pero si al menos podemos evitarnos determinados anacronismos ¡Bienvenida sea!.

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