Proteger a los parados, garantizando y ampliando la prestación para que el paraguas pueda resguardar al aluvión incesante de personas que se van viendo abocadas al paro y a los que ven cómo se va agotando su tiempo de cobro de la prestación por desempleo sin que en el horizonte aparezca la fecha de caducidad de la crisis, y estimular la creación del empleo poniendo el acento sobre los desempleados de los sectores que presumiblemente más tardarán en recuperarse al ser los más castigados por la crisis, son los dos nuevos objetivos que se ha marcado el presidente del Gobierno durante su comparecencia de ayer en el Congreso para explicar qué está haciendo el Gobierno contra el paro.
Hubo que esperar a que la inefable presidenta argentina terminase de hablar ante la Cámara para que empezase la esperada comparecencia del presidente español Rodríguez Zapatero, pero quienes apostaron porque la novedad se reduciría a ampliar el margen de solidaridad con las familias que lo están pasando peor y convocar a la oposición y a la fuerzas sociales a la tarea, han acertado.
Con el respaldo de los sindicatos, a los que remitió la semana pasada el documento sobre ampliación de la protección a los parados que anunció ayer, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero ha vuelto a fiar a la más amable de la medidas posibles, ampliar la protección social, la guerra contra el paro y el peligro de exclusión social que encierra no tener trabajo. Yo soy de la opinión de que ésta debe ser la primera prioridad de un país solidario. Aunque aumente el déficit. Pero me temo que si el presidente sigue aplazando, como ha vuelto a hacer, las reformas estructurales que le reclaman la patronal y el Partido Popular –sobre el mercado laboral o el cambio de modelo productivo– este esfuerzo en protección será pan para hoy y hambre para mañana. Echar agua en un cesto.
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