Con lo que cobran los jugadores de los dos principales equipos de fútbol de la liga española, se podría rescatar a España, Grecia y Portugal. ¿Somos exagerados los andaluces? Lo exagerado aquí son las fortunas entregadas a unos profesionales que no aportan al PIB y, en su mayoría, ni siquiera revierten algo en impuestos, porque se les permite que los paguen fuera. Caso -no único- de doble -doblemente lamentable-tratamiento fiscal. Debe ser por la necesidad de fútbol del ejecutivo; por la eficacia del negocio pedestre para mantener adormecidos a los sufridores acosados por el paro y que, en lugar de incitar a rebajarlos, multiplica impuestos. Un asunto de pelotas.
Pero los desajustes aparentes del (des)gobierno, sólo son aparentes. En realidad, tan reales como el desgobierno. Tan reales como el acoso de quienes tienen poder para decidir por encima de quienes presentaron un programa que no pensaban cumplir y se sirvieron del descontento derivado de la ineficacia de sus -también aparentes- opuestos vicevérsicos; descontento mantenido y aumentado para volver a entregarles el mando lo antes posible. Es necesario que haya dos, sólo dos, para alejar la democracia. Porque la democracia -ya lo dijimos- disminuye en proporción directa a la cantidad de poder acumulado por el Gobierno. Menos democracia cuanto más Estado. El espíritu de obediencia necesario se potencia con leyes contradictorias, injustas, incluso ilegítimas, y la creación de dificultades. De ahí el apoyo a la especulación inmobiliaria.
Si promotores, constructores, inmobiliarias y arrendadores, supravaloran la vivienda, el Ejecutivo debería cumplir su obligación moral y legal: resolver el problema. Y, si una interpretación excesivamente estricta de un liberalismo ya superado por el capitalismo cada vez más monopolista, les sugiereno intervenir, en vez de arruinar al ciudadano está obligado a ejecutar un plan real. Crear un parquede viviendas a precios razonablemente adecuados a los ingresos de la familia, sería la respuestalógica. Respuesta que, a su vez, en vez de fomentar la subida de precios, como se obtiene con las supuestas “ayudas al alquiler”, motivaría su bajada a niveles aceptables. Es lo único capaz de frenar la avaricia de la especulación, pues resulta, cuando menos paradójico (por no utilizar términos que excedan el decoro), y desde luego insufrible, insoportable, que la cuota de compra a larguísimo plazo, o el alquiler, estén al nivel, incluso por encima, del sueldo medio. O que se inflen precios, se enriquezca a los bancos y además se nieguen hipotecas.
Naturalmente -volvemos a repetirnos- todo empieza en la base. Esos sueldos astronómicos y permitir a sus receptores la inobservancia fiscal, están pagados en gran medida, precisamente, por quienes no tienen acceso a una hipoteca, o se tienen que dejar el sueldo en un alquiler. O vivir con los abuelos. O “compartir vivienda”, como medios sin escrúpulos intentan camuflar el ya antiguo remedio-sin-remedio, de vivir en una habitación.
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