En este Año Nuevo feo, convulso, desangrado por una guerra que no es guerra sino pura masacre, con una crisis galopante engrosando listas de desempleo a nivel mundial, con unos Reyes que están teniendo que hacer verdadera magia en muchos casos, apetecen estos regalos, estas lecciones maestras, que sin costar un céntimo valen un potosí.
“Yo me doy cuenta de la vida”, sigue diciendo Bernarda, “y estoy muy agradecida”. No hace falta ser Punset o Rojas Marco para saber mogollón, conste que soy fan de ambos, ni ninguno de esos fantoches que desde sus blogs o atalayas sentencian y ajustician, y alienta ver que hay personas que desde la humildad son capaces de enviar mensajes maravillosos en su sencillez, aunque quizá muy complicados para esta sociedad en la que cada vez somos más egoístas, más rencorosos, más mentirosos y faltos de escrúpulos a la par que inconformistas e insolidarios.
No es de extrañar que con este mensaje de fondo como sintonía de su vida, a menos de cuatro años para llegar al siglo, la señora en cuestión asegure que se siente feliz. ¡Qué envidia y qué gran lección!
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