Elecciones y reacciones ante la crisis

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hemos entrado de lleno en la carrera electoral. Alguien ha dicho que su candidato ya tiene rotas las suelas de sus zapatos por patearse todas las barriadas y calles. También han podido comprobar lo grande que es la ciudad para recorrerla de una manera frenética y conectar con el mayor número de personas para recordarles todo lo “bueno que han hecho” y, ahora ya, poder pedir su voto.

Los diferentes candidatos políticos que se presentan a las elecciones han de saber que se enfrentan ante unos ciudadanos que, en mayoría, se sienten recelosos con los políticos y no admiten más el engaño. Esto lo han de saber también los que se presentan por primera vez, con deseos de dar una nueva visión de hacer política.
Con la toma de conciencia de la realidad de la crisis, hasta cierto punto se tuvo miedo y aún se sigue temiendo las posibles consecuencias por no haberse atajado las raíces verdaderas de donde nació. En principio, se preveían graves reacciones que la sociedad podría tomar de repulsa, de malestar y protesta, al ver que peligraban los derechos sociales ciudadanos, conseguidos con el esfuerzo de todos. ¿Podrían llegar todavía ahora graves convulsiones populares?

Han sido muchos los comentarios y análisis que se han hecho, sobre todo, cuando las políticas del Gobierno están atacando directamente las conquistas sociales que en España gozaban de un buen estado de bienestar y parecían derechos inamovibles.

Sin embargo, los efectos de la crisis no han sido los que se esperaban, según muchos economistas y sociólogos, Al parecer se esperaban movilizaciones contra las medidas adoptadas y  las consecuencias negativas.

Es verdad que se va detectando una sensación de disgusto y malestar, pero sin llegar a tener la fuerza y cohesión para movilizar a la colectividad afectada. La crisis ha golpeado a la sociedad en general, aunque no a todos les ha perjudicado de igual manera.

Hay quiénes se están viendo perjudicados por la crisis; otros se ven poco afectados y hay otros que les ha venido de maravilla para aprovecharse de los beneficios de la crisis. Esta misma polarización dificulta la reacción colectiva y está demostrando que, fuera de casos particulares, se  fomenta la insolidaridad.

Otro factor en la misma dirección es precisamente la falta de organización de entes sociales capaces de aunar actitudes y aspiraciones individuales y ofrecer alternativas.

El movimiento asociativo puede y debe asumir en los momentos actuales estos cometidos ya que la maquinaria burocrática de los partidos políticos y la falta de independencia de algunos sindicatos ante los poderes públicos y fácticos son la raíz de la incapacidad de cumplir sus propias funciones.

Esta campaña electoral puede convertirse en una especie de carrera de fondo para ver cómo se pueden “arrebañar” votos de la forma que sea, aunque se tengan que dar mensajes agresivos atacando a otros partidos, convirtiéndolos en enemigos.

Es lastimoso tener que conocer los programas electorales a través de las críticas que se lanzan unos a otros. Es evidente que los problemas originados por la crisis no se pueden solucionar acudiendo al espectáculo masivo de “pan y circo” de los romanos antiguos y que ahora se llama “somos la roja” o “somos campeones”.

En vez de levantarnos y luchar contra la injusticia y sus causantes, se fomenta más la sociedad de consumo.
Si en los momentos más duros alguien pensó que había que aprovechar para derrumbar el sistema con reformas y reestructuración de la sociedad; hoy por hoy, se está permitiendo una salida suave, perjudicial para las clases populares, avanzando así la destrucción de las clases medias.

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