Calles desiertas. Sol de mediodía. Se nubla. Adiós sol de mediodía. Hola, bienvenidas, nubes de mediodía. Brisa.
Calles silenciosas. El sonido de una tele monótona se perfila en la lejanía como testigo de la verdad. No, no es un pueblo abandonado de una Cuenca Minera que viviera tiempos menos difíciles.
Plaza con dos árboles. Sombra que es un regalo. Silencio. Calle Don Marcelino Núñez.
Croquetas de alta alcurnia. De la manufactura casera de la tradición más encumbrada. CROQUETAS. Sí, señora. Mónica devora. Devórame otra vez, ven, devórame otra vez. Bechamel suave, ligero toque de queso. Cobertura fina y crujiente. Una tras otra desaparecen. No pueden escapar.
Silencio. Todo es un paisaje de pueblo y silencio. Blanco. Silencio.
Bar Los Amigos. Zalamea la Real. Ya somos amigos de sus croquetas, de sus picadillos, de sus salchichas zalameñas, de sus calamares a la plancha en salsa verde. De sus croquetas. Nos ponemos firmes ante ellas en señal de respeto. Doña Croqueta, usté primero, pase por mis fauces. Soy el lobo feroz y hoy solo puedo tener mi corazón y mi alma cerca de usté, señora Croqueta. No me falte nunca, a sus pies siempre me tendrá.
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