La salida, prevista inicialmente a las 13.30 horas, se retrasó a las dos de la tarde ante la posible amenaza de lluvia, algo que quedó en eso, es decir, en una simple amenaza puesto que salvo nubes contadas lució un sol primaveral que hizo que más de uno de los presentes lamentase haberse llevado ropa de abrigo.
Fue el coro El triángulo el que abrió las hostilidades en la esquina de la plaza del Rey, para enfilar la calle Hermanos Laulhé, girar a la izquierda en Calderón de la Barca, a la derecha en José López Rodríguez hasta alcanzar el Almendral, donde la caravana se adentraba en el Parque. Tras él iban Paraos, colgaos, pero con arte por tos laos, seguido de Cádiz de Cine, el coro mixto isleño La Plaza de los Colores y cerraba A pomponio mela le cabe tela.
En cada esquina de dicho recorrido se podía escuchar parte del repertorio, que o bien era un tango o su tanda de cuplés con sus correspondientes estribillos. La mejoría ha sido notable inclusive en la atención que el público prestó a los coros, algo que los propios integrantes palpaban desde las bateas. Y es que la plazoleta de Las Vacas, debido a que cuenta con unas reducidas dimensiones, no ofrece la misma amplitud y comodidad que Hermanos Laulhé para escuchar una copla.
Por tanto, un carrusel de coros de matrícula de honor y que, salvo sorpresa de última hora o posicionamiento muy contrario de las peñas carnavalescas, parece que se prolongará en el tiempo en su nuevo emplazamiento. Y es que el Parque ha marcado un antes y un después dentro de la historia del Carnaval isleño.
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