La terraza es el espacio breve e íntimo donde el calor se refugia cuando las nubes sueltan sus greñas de cristal. Quizás no se trate de un detalle de fácil apreciación, pero sí el olor que brota del suelo mientras se viste de lunares, seco durante tres meses,que absorbe con ansiay evapora con rapidez el goteo desacompasado y loco que antecede al chaparrón.
Nos harta ya el sofoco y la respiración alterada, la fatiga puntual y el tiempo libre que no lo ha sido tanto. Será por esto que vamos perfilando el plan secreto y personal del trimestre, informándonos sobre cursos, actividades algomás complicadas y, cómo no, nuevos títulos para leer, aunque no hayamos dejado de hacerlo este verano, siendo el rincón más fresco de la terraza el paraíso reservado a tal efecto. La brisa del atardecer y el murmullo lejano de los caminantes terminan de componer esta especie de mandorla bizantina donde nos insertamos en actitud sedente con libro, para vivir con intensidad lo que nos cuentan las páginas, un espacio propio donde la imaginación y el bagaje literario crecen al mismo tiempo que la capacidad de análisis.
Por este rincón el autor nos cuenta dando voz y forma a la trama, mientras los personajes esperan ansiosos la mirada, la llegada de nuestros ojos, los del lector impaciente que es parte de la historia desde las primeras líneas del primer capítulo, al tiempo que va identificando algunos de los recursos utilizados por el propio autor para llamar nuestra atención.
Esta forma de lectura es lo más parecido a tener un tesoro en las manos, sorprendiéndonos por cuantas capas podemos descubrir y la emoción por poder hacerlo a medida que profundizamos. Una costumbre que nació con el subrayado, siguió como el ejercicio previo al comentario del texto y que, sin darnos cuenta, ocupasu lugar en este proceso, en esta rutina ilusionante.
El domingo pasado la lluvia ha querido estar entre nosotros, tal vez por hacer caso al pronóstico o por acompañar a la que ha estado cayendo a discreción de las nubes por el resto de nuestra geografía. Aquí ha caído lo justo para espantar a los caminantes, refrescar el aire y notar el olor seco brotando del suelo de la terraza. El rincón de lectura se ha librado y si la lluvia es suave seguiremos ocupándolo mientras el frío llega, con el murmullo húmedo yapenas sin voces de un día gris, el canto dulce y agonizante del verano.
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