Los alumnos de ESO tiran tizas a los profesores, les insultan, no les hacen caso, no sacan la libreta, abren la ventana en plena clase y gritan cuando no escupen a las personas que pasan por la calle, agreden a los compañeros, no dejan dar clase, pintarrajean los libros que las instituciones educativas les dan gratuitamente, llevan móviles y consolas cuando están más que prohibidos, corretean a los conserjes por los pasillos, fuman a pesar de estar prohibido, meten chicles en las cerraduras, provocan depresiones en los docentes, mienten a los padres y éstos les creen a ellos y no a los profesores, se ponen chulos con el profesorado y con el equipo directivo, un gran porcentaje suspende todo, impiden que sus compañeros interesados puedan estudiar..., etc., etc.
La pareja no podía creer lo que yo estaba contando, lo que me demostró que ni la sociedad ni el gobierno son conscientes de lo que nos está pasando a los docentes y a los niños. Pocos centros de trabajo habrá en España con tanto licenciado por metro cuadrado. Los institutos, que deberían ser faros de conocimiento que irradiaran su luz a la sociedad, son pequeños manicomios que no irradian absolutamente nada.
Mi amiga es un alto cargo que tiene subordinados que en su inmensa mayoría son licenciados. Me dijo que lleva un par de años recibiendo a nuevos empleados que no tienen los conocimientos técnicos necesarios. Saben informática, sí, y son buenas personas, pero tienen lagunas en sus parcelas de conocimientos. “No lo entiendo”, me decía. Y yo le di la explicación: “Es muy fácil comprenderlo. Los empleados que recibes han estudiado la ESO”.
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