La Hermandad y todos los fieles que se congregaron a su paso volvieron a vivir un momento sublime en la calle Benjumeda, cuando la Madre de Dios llegó a las puertas del convento de las Hermanas de la Cruz. Allí las monjitas dedicaron varios cánticos a María Santísima que previamente llegaba hasta el lugar a los sones de la marcha Plegaria Macarena. Para retomar su itinerario, sonó la marcha Encarnación Coronada y tanto la cuadrilla como el público entonó la salve.
La Virgen lució muy hermosa, perfectamente exornada de flores y vestida con un manto rojo que destabaca su presencia
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