Antirrestaurantes

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El teléfono móvil, cuya utilidad es tan indudable como rayana en la adicción, podría ser el grado superlativo, si se me permite el disparate, del antiguo boca a boca.
Como la hablilla de hoy se refiere al condumio, más bien a unos establecimientos un tanto peculiares, comencemos por el artefacto, el útil para cocinar que representa el paso, la conexión entre el pasado y el futuro, un electrodoméstico que no eliminó a la batidora pero sí le concedió un merecido descanso por muy tópico que se considere al término.

Mirando hacia atrás hemos sido testigos de la transformación de la Turmix en tercer brazo, de la sustitución del gigantesco vaso transparente -por donde veíamos bailar a los alimentos y desvanecerse en colores hasta desaparecer bajo la textura de una papilla- por un recipiente cilíndrico de plástico mucho más cómodo y manejable. Con la batidora descansó la muñeca, a punto del disloque de tanto utilizar el tenedor como triturador y la conocida Termo Mix ha venido a reemplazarla uniendo la suculencia con la rapidez porque el guiso reconfortante y el postre más apetitoso pueden saborearse en cuestión de minutos. Una forma de tener y disfrutar “comida de restaurante” sin reservar mesa o esperar cola, así se publicitaba en las reuniones de demostración y es que para este electrodoméstico tan revolucionario se eligió el tradicional “boca a boca” que ha funcionado de manera extraordinaria, pues rara es la cocina que no tiene una sobre la encimera de mármol.

Actualmente el arte culinario se encuentra en pleno auge. Difícil resulta trazar la línea delgada que separa la originalidad de la innovación, enfocadas ambas a satisfacer el apetito a partir de la vista. La llamada “cocina de autor” ha revolucionado el fogón convirtiéndolo en la tarima de una sala de conciertos por donde vuelan toda clase de aromas. Pedro Subijana, referido en estas hablillas, es un concertista que esgrimiendo cazo y espumadera elabora desde el diseño platos que se comen los cinco sentidos, utilizando el color para seducir, una mezcolanza de aromas para motivar el deseo de llevarlo a la boca y sentir sobre la lengua la proporción rugosa o suave, fría o caliente que sólo nosotros oiremos antes de desaparecer para convertirse en sabor. Hasta hace poco tiempo, el ritual reseñado parecía disfrutarse en restaurantes exclusivos, establecimientos extraordinarios y palacetes restaurados. Pero el afán de innovar pone a cavilar las mentes más jóvenes, las que cumplen los años para atrás, y han creado los antirrestaurantes, es decir, espacios que prescinden de carteles luminosos y publicidad para ocultarse, siendo el teléfono móvil el medio para su difusión, el boca a boca de la modernidad.

Barcelona ha sido la pionera en este menester. Tras las paredes de una tintorería, la decoración preciosista y novísima complementa una carta puramente mediterránea para deleite del paladar más exigente. En Madrid es una tienda de decoración la que se transforma y en Londres son casas en las que incluso es necesario tocar el timbre para entrar. Qué cosas. Originalidad, innovación cuando lo referido lo hemos disfrutado como fin de una excursión improvisada por algún pueblo de la sierra y en La Isla, en los comienzos de la desaparecida Casa Nicolás, aunque aquí no estaba oculta.

Aquella puerta de cristal esmerilado, convertía las figuras del patio con montera en sombras oscuras, que a media altura ejecutaban con los cubiertos una melodía de sabores, mientras por el comedor volaba libre, alegre y en voz baja el tarareo del maestro, atento y cómplice de las miradas que escapaban de la cocina.

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