Acento andaluz

El ridículo de andaluces que critican su acento

Ningún ignorante, prejuicioso o supremacista territorial me va a rapiñar ni un minuto de mi tiempo, ni un gramo de mi energía porque critique...

Publicado: 03/05/2020 ·
21:26
· Actualizado: 03/05/2020 · 21:26
Autor

Fernando Pérez Monguió

Presentador de 'Acento Andaluz' en 7 Televisión y jefe de informativos de la Cadena SER Andalucía

Acento andaluz

Fernando Pérez Monguió analiza en este espacio la actualidad andaluza, con fibra progresista y corazón social

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Ningún ignorante, prejuicioso o supremacista territorial me va a rapiñar ni un minuto de mi tiempo, ni un gramo de mi energía porque critique, desde apriorismos vacuos y catetoso intereses espurios, a la portavoz del Gobierno central y ministra de Hacienda, la andaluza María Jesús Montero, por hablar con acento andaluz. Debo reconocer que hasta hace relativamente poco tiempo me ofendía sobremanera la estulticia que procedía del centralismo mesetario más ultraconservador y del nacionalismo soberanista más insolidario cuando arremetían por su manera de expresarse contra algún político andaluz con elevadas responsabilidades -Magdalena Álvarez, Bibiana Aído, Celia Villalobos, Javier Arenas, Manuel Pimentel y Susana Díaz fueron, entre otros, diana de esos ataques-. Dejé de enervarme cuando entendí que bajo esas acometidas dialécticas sólo subyace la indigencia intelectual o el objetivo perverso de someter a Andalucía para conservar privilegios territoriales en Madrid o Cataluña. Ya no me cabrean. Solo me dan pena porque son el virus de la pandemia del hablismo, que, como denuncia el antropólogo Javier Aroca, es una “variante sutil y sibilina de racismo”. Por tanto, ante cualquier agresión, mi reacción últimamente era la indiferencia. Sin embargo, en el bombardeo indecente que ha soportado la sevillana María Jesús Montero en los últimos días ha emergido un elemento inesperado que me resulta tristísimo. Periodistas, políticos y analistas andaluces que se han sumado a estas críticas procedentes de Madrid. Es que “su acento no me representa”, es que “decir adurto es hablar mal el andaluz”, es que “habla de manera muy distendida y con mucha confianza olvidándose que está en el atril de La Moncloa”.


Aún sigo ojiplático con estos análisis en los que, poco menos, exigían a la ministra que redimiera su pecado de hablar con acento andaluz. Sinceramente pensé que la gran mayoría de nuestros paisanos había superado esos problemas de autoestima, pero he comprobado que no, que hay una minoría poderosa e influyente que le da igual pisotear nuestras hermosas maneras de hablar con tal de meterle un zurriagazo a Montero por el hecho de ser socialista y ser portavoz del Gobierno de Pedro Sánchez. No se dan cuenta que aquí no hay ningún ring de boxeo en el que juzgar el apropiado o inapropiado acento de la ministra. ¡Qué barbaridad! Por favor, aquí no hay ni debate ni polémica posibles. La única forma de presentar estas críticas es como una nueva agresión al castellano más rico e inteligente del mundo: el acento andaluz, que expresa la riqueza y pluralidad de nuestra tierra. Sintámonos orgullosos de nuestro acento, aunque haya algunos andaluces que hagan el ridículo al cuestionarlo.

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