Creo que la gran mayoría de los hombres deberían pedir perdón porque son machistas. Es cierto que son los menos los que insultan, acosan, agreden, abusan, maltratan, violan, trafican, prostituyen, torturan y matan a las mujeres. Es cierto que pocos amparan estas conductas execrables. Es cierto que solo un reducido número no habrá sentido rabia por el calvario que han sufrido las tres profesoras que fueron abandonadas por la Universidad de Sevilla en cuanto se armaron de arrojo para denunciar por acoso y abusos al ex decano de la Facultad de Educación Santiago Romero. Es cierto que escasos se alegrarán de que el psiquiatra Javier Criado no sea procesado por abusos porque hayan prescrito los hechos denunciados por ocho de sus pacientes.
Es cierto que la generalidad de los hombres se desmarca de estos comportamientos que se sitúan en la cúspide más cobarde, ruin y condenable del machismo. Casi todos serían incapaces de cometerlos, auspiciarlos, tolerarlos o ampararlos. Pero eso no les exime de ser machistas. Porque los hombres no son un poco machistas, algo machistas, bastante machistas o machistas irreversibles. Da igual el grado de machismo porque todo es machismo y todos son machistas. Excepto, claro está, una escasa minoría que no tengo el gusto de conocer.
De ahí que pida perdón porque yo también soy machista. Soy machista porque me he reído a veces con chistes machistas. Soy machista porque no he reprendido lo suficiente a amigos o desconocidos que no piropearon sino dedicaron obscenidades a las mujeres. Soy machista porque toleré que llamaran “guarras” a mujeres que ligaban mucho. Soy machista porque fui cómplice del aplauso a los hombres que coleccionaban conquistas y alardeaban de ellas como si fueran cromos. Soy machista porque no protesté antaño lo suficiente contra el trato vejatorio de algunas discotecas contra las mujeres al hacerles pagar menos o no pagar por entrar, invitándolas directamente como simple ganado a ser reclamo.
También soy machista porque le digo frecuentemente a mi pequeña hija que soy su príncipe y que siempre protegeré a mi princesa. Soy machista porque he regalado cosas diferentes a mis sobrinos y a mis sobrinas. Soy machista porque en ocasiones he llamado a mujeres por su nombre y a los hombres por su apellido.
Por éstas y otras muchas cosas -que pueden considerarse nimias pero que no lo son- me confieso machista y creo que debo pedir perdón. Y, en adelante, intentaré seguir la senda de Manu Sánchez al confesarse “feminista y feminaci porque es de feminacimiento”. ¡Ojalá yo también llegue algún día a ser feminista!
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