El sistema de partidos, que fue definido por algunos politólogos como el resultado de la competencia político-electoral, tiene en la financiación de las formaciones y en las divisiones cainitas sus dos talones de aquiles que, pese a su evidencia durante todo el período democrático, siguen sin resolverse. Si hay unas siglas y un lugar en el que las luchas internas han sido una constante durante, al menos, las tres últimas décadas es el PSOE y Cádiz. Es y ha sido un no parar.
Allá en los primeros años de los noventa eran guerristas y renovadores. La bisoñez de un periodista recién licenciado y llegado a Andalucía se mezclaba con el estupor cuando constataba que la lucha era sin cuartel y que incluso unos y otros filtraban informaciones cual munición contra sus rivales. Fuego amigo.
Aquello se constató como un hecho durante los seis lustros siguientes. Pero, claro, los electores no perdonan la división. Cuando llegué al Campo de Gibraltar en 1992, el PSOE era hegemónico. Gobernaba los siete municipios (ahora son ocho tras la segregación de San Martín del Tesorillo de Jimena), la Mancomunidad, la Diputación, la Junta de Andalucía y el Gobierno central. Ahí es nada. Pleno. De aquellos guerristas y renovadores que yo conocí, emergieron pizarristas, cabañistas, romanistas, peralistas, susanistas, sanchistas, irenistas y juancarlistas (probablemente me dejaré algún ista en el tintero y espero que nadie se ofenda).
Las peleas orgánicas tuvieron un reflejo institucional. En la comarca más meridional de Andalucía, que aspiró a convertirse en novena provincia, los socialistas empezaron a perder cotas de poder. Dijeron adiós a algunas alcaldías como La Línea y Los Barrios, y hasta luego a otras entidades locales y supramunicipales, que más tarde recuperaron. Algeciras fue un paradigma de lo que no se debe hacer. Una brutal división interna supuso la pérdida del Ayuntamiento de la calle Convento. De aquellos polvos, estos lodos porque desde entonces el PSOE no ha tenido opción de recuperar la Alcaldía, y parece difícil que lo pueda hacer al menos de inmediato.
Ahora, de nuevo, se ha escenificado la división con la elección de delegados al Congreso Federal. Se impuso el alcalde de San Roque, Juan Carlos Ruiz Boix, a la secretaria general gaditana, Irene García. Otra cosa será ver si un campogibraltareño llega a ser líder de los socialistas gaditanos. Sería histórico.
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