Probablemente, si hubiera ocurrido un macabro suceso, todas las televisiones de ámbito nacional se habrían trasladado el pasado sábado hasta Olvera, un pueblecito de la Sierra de Cádiz, para informar con detalle y en exceso sobre lo acontecido. No fue así. Lo que pasó fue simple y llanamente que la conocida como puerta de la Ruta de los Pueblos Blancos de la serranía gaditana se convirtió en la capital de España del Turismo Rural 2021 tras imponerse a 247 localidades de todo el país. La única candidatura andaluza fue a la postre la ganadora.
Este hecho, recogido por algunos medios de comunicación, sobre todo especializados, apenas ha tenido repercusión pese a que Olvera se ha puesto en el mapa turístico nacional gracias a ese reconocimiento y, evidentemente, a la calidad de su oferta patrimonial y gastronómica. Pese a sus 8.000 habitantes, ese municipio gaditano, como buena parte del resto que compitieron en buena lid para conseguir esa capitalidad, camina hacia la España despoblada, ésa que pierde oportunidades de crecimiento y convierte a los municipios del medio rural en grandes olvidados. Olvera no es una excepción pese a que encontró en el cooperativismo una opción de desarrollo, que le permite resistir a duras penas.
Su olivar en pendiente me recordaba al de otras zonas como la Sierra de Cazorla, Segura y Las Nieves, en Jaén, donde prácticamente está condenado a la extinción debido a los altos costes para su producción. De hecho, ya se empieza a ver cultivos de pistachos donde antes había olivos. Decía el alcalde de Navaleño, un pueblo de Soria, que los políticos hablan de despoblación pero hacen política solo para las ciudades, y no le falta la razón. El caladero de votos está en las grandes urbes, y hacia ellas se legisla.
Olvera ya quedó despoblada en el siglo XIV cuando fue conquistada por el rey Alfonso XI. Fue entonces cuando el monarca promulgó un decreto por el que se conmutaba las penas a los criminales que se quedaran a vivir un año en ese pueblo. De ahí el dicho a Olvera ni por la vera, aunque la sabiduría popular lo ha transformado con acierto en: a Olvera ni por la vera pero todo el que viene se queda.
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