Si ves las cinco temporadas de Black Mirror del tirón comprobarás que los guiones de casi todos los episodios llevan la firma de un mismo tipo, Charlie Brooker, y uno acaba preguntándose cómo una sola persona ha sido capaz de concebir todas esas historias tan originales y de desarrollarlas -en su mayoría- de forma tan inteligente. Tras la decepcionante incursión en el largo con Bandersnatch -en realidad, un capítulo de larga duración con final interactivo-, acaba de estrenarse en el género del falso documental (mockumentary) con una divertidísima gamberrada que lleva por título Death to 2020, que Netflix España ha traducido por un más irreverente A la mierda 2020.
En realidad, lo de mockumentary es por hallar un término de consenso, ya que traspasa continuamente las líneas de estilo entre el largo reportaje y la versión extendida de un sketch de Saturday Night Live. No solo eso; en este caso concreto, lo que forma parte de la ficción no es el argumento en sí, tan inverosímil como cierto -un repaso a los temás de mayor trascendencia global del año pasado: no podemos decir que fue un mal sueño-, sino los protagonistas que contextualizan cada uno de esos hechos, encarnados por estrellas y celebridades (Samuel L.Jackson, Hugh Grant, Lisa Kudrow, Leslie Jones, Tracey Ullman...) en la piel de personajes de ficción, a excepción de la reina de Inglaterra: un periodista, un historiador, una asesora de la Casa Blanca, una psicóloga... y a través de los cuales subraya las contradicciones de una realidad que ha terminado por superarnos a todos y desde la que se sirve no solo pretende desenmascarar muchas de las mentiras y engañifas con las que se desenvuelven los poderes políticos y económicos, sino el grado de estupidez alcanzado por el mundo civilizado y tristemente polarizado.
Brooker, en cualquier caso, pone más empeño en arrancar la carcajada, aunque sea desde la perplejidad de determinadas situaciones, que en mostrar una visión crítica novedosa y original sobre los acontecimientos, hasta el punto de dedicar casi la segunda parte del metraje a las elecciones presidenciales en Estados Unidos y a Donald Trump, como si fuese la única fuente de inspiración desde la que interpretar un año que, como subraya al principio, ya demostraba su trascendencia al obligar a nombrarlo dos veces: “Twenty-twenty”.
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