Con su acostumbrado esmero, la colección Torremozas da a la luz “Corcel de fuego”, de Lucía Sánchez Saornil (1895 - 1970), una extensa recopilación de la labor lírica y prosística de la autora madrileña, representante excepcional del ultraísmo hispano.
La edición ha corrido a cargo de Nuria Capdevila-Argüelles, quien ha reunido un material que se encontraba disperso y que ahora llega al lector con un amplio estudio previo. En él, se dan claves significativas sobre la vida y obra de una escritora distinta, innovadora y solidaria: “La trayectoria que este volumen rescata va desde el primer poema publicado apenas cumplidos los 18 años hasta el ultimo escrito poético publicado en revistas literarias antes de que active e intensifique su compromiso político”.
En 1914, se publican en la revista “Avante” sus primeros versos. Con el son y las maneras propias del Modernismo, su decir está impregnado de una tierna sencillez, si bien se adivina ya una precisa cadencia y un fluido dominio rítmico: “En la tarde silenciosa/ está dormida la nieve…/ Hay una paz melancólica/ en el día que se muere./ Todo es blanco; todo es puro/ y hay un azul que florece/ como un pálido reflejo/ en la tarde que se pierde (…) Hay una nube violeta/ en la tarde que se muere/ un silencio melancólico/ ¡y unas huellas en la nieve!”.
Su latir lírico sigue adelante en otras publicaciones tales como “Cádiz-San Fernando”, “Los Quijotes”, “Grecia”, “Cervantes”, “Tableros”, “Plural”, o “Ultra”, y su voz va inclinándose hacia una estética de mayor vanguardismo.
La ordenación cronológica que sigue este florilegio permite apreciar con mayor detalle dicho giro y es, a partir de 1918 -fecha coincidente con el inicio del Ultraísmo-, cuando Lucía Sánchez Saornil apuesta por una dicción más fragmentada, de mayor seducción semántica: “Un pájaro yace inerte y roto:/ sobre la tierra,/ cara al sol,/ el corazón del pájaro muerto/ de una estrella caída y opaca./ El río del horizonte,/ que se había teñido de sangre,/ se desbordó por los cielos”.
La tarea de la escritora madrileña al frente de Mujeres Libresy su sostenido anarquismo, derivaron en un acusado compromiso en la defensa de los derechos femeninos. La nueva identidad que pretendía para el colectivo debía estar basada en la educación, la vía para alcanzar una verdadera emancipación. Tal activismo tuvo también incidencia en su poesía, pues no parecía que a través de ella pudiera conseguir sus objetivos más inmediatos. Tal vez, por eso, escriba en 1920 en su “Poema de la vida”: “Me aparté de los coros líricos/ que se ciñen coronas de flores cándidas (…) ¡Qué lejos la puerta de este laberinto!/ mientras nuevos coros/ pasan por mi lado/ con una danza más ligera y graciosa”.
En la década de los treinta, fue abandonando paulatinamente su quehacer poético y, en 1933, ocupa el cargo de secretaria en la CNT. Anota en su citado prefacio Nuria Capdevila-Argüelles que esa dejación literariavendría motivada “por la imposibilidad de rehabilitar el poema para fines regeneradores revolucionarios”.
Al menos, ahora, esta compilación nos permite disfrutar de los vente intensos años que dedicó a hacer de su palabra lírica su mensaje mejor: “Eché mi corazón al mar/ en busca de tu huella”.
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