No hay señales de inversiones potentes para nuestra provincia, que sufre una sangría continua de pérdida de empleo, de oportunidades, de visitantes, de población, con nuestros hijos, la esperanzadora generación cualificada, que se van.
En nuestra ciudad -y me atrevo a decir que en la provincia también- hay dos vías principales de entrada de dinero: las nóminas de los trabajadores públicos (profesores, sanitarios, fuerzas de seguridad, funcionarios y laborales de las diferentes delegaciones y organismos de las distintas Administraciones) y la actividad agraria, dedicada casi en exclusiva al olivar. Todo lo demás, salvo pequeñas excepciones de producción industrial, son empresas dedicadas a facilitar lo necesario para que los trabajadores públicos y los agricultores profesionales puedan vivir y a su vez, los propios empleados y autónomos de estas empresas de servicios.
Por todo lo anterior, los que vivimos en Jaén deberíamos comprar en Jaén, y a ser posible, productos producidos en nuestra tierra en comercios de paisanos. Comprar en los comercios de los barrios, buscar los servicios que necesitamos en la oferta local, descubrir los mil y un rincones maravillosos de las sierras, la monumentalidad y el encanto de tantas poblaciones jaeneras y la impresionante gastronomía de nuestra provincia para disfrutar del necesario esparcimiento, llenar nuestro ocio con la oferta y posibilidades de nuestra provincia. No podemos seguir exigiendo inversiones externas, pedir que crean en nuestra tierra y no valorarla nosotros mismos, ni otorgarle la oportunidad que merece, destinando nuestras compras fuera de ella, en el Nevada o en Amazon, por ejemplo.
Los jiennenses deberíamos redescubrir las excelencias vinculadas a nuestra geografía y apostando por lo propio, elegir las empresas que sean más sostenibles, no sólo desde el punto de vista ambiental, sino también en el ámbito de la responsabilidad social y los derechos laborales.
Debemos tomar conciencia de que en el conjunto de criterios para decidir donde gastarnos el dinero, hay que tener muy presente a quién beneficia ese desembolso, porque es imprescindible que los beneficiados sean de una puñetera vez nuestros pueblos y ciudades, nuestra tierra. Está claro que en demasiadas ocasiones, la situación precaria de las familias sólo admite un argumento, la opción más económica. Pero en el resto de situaciones, en buena parte de esa fuente de riqueza que son las nóminas aseguradas, la compra local, el beneficio para la ciudad y la provincia, debería ser la principal orientación.
Cuando el tiempo disipa tantas promesas vacías, la realidad que queda nos lleva una reflexión: nos necesitamos entre todos.
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