Fue Robespierre el que dijo que “la reina del mundo es la intriga”. Le llamaban el Incorruptible y fue el dueño y señor de la guillotina en la Francia revolucionaria. Algún vídeo difundido sobre la monarquía estos días parecen inspirados en su recuerdo por el sentimiento trágico -totalmente infundado- que están infundiendo sus participantes en relación al trono. Más cierto es que otros en Madrid se dedican incansablemente a la intriga. Intrigas en la oscuridad y televisadas. Todo tiene su origen en el resultado electoral -no aceptado- de las últimas elecciones. La política española se ha adelantado dos años a lo que dicen como probable que suceda en la América de Trump y Biden, si el resultado es todo lo ajustado que se supone y Trump no acepta el resultado. Desde la moción de censura -considerada injustificada por el partido desalojado, aunque obtuvo una mayoría absolutísima- hasta los dos resultados electorales consecutivos de las elecciones generales, que repitieron el triunfo de las candidaturas socialistas, la gobernabilidad está en entredicho.
El bloqueo institucional continuado que obligó a la repetición electoral, el enquistamiento de la renovación de los órganos constitucionales y la crispación como único método de relación política son la corteza de la realidad profunda. El fondo es que no se ha omitido ocasión para tumbar al gobierno. La actuación de la Junta Electoral Central en el inicio de la legislatura, el gobierno de coalición con Podemos y -sobre todo- la trágica pandemia se han utilizado como oportunidad para acabar con un gobierno considerado ilegítimo. El último episodio de Madrid -si no fuera porque es trágico para nuestro país- tiene todos los componentes de un espectáculo de política chusca y de vuelo a ras de fango.
La democracia no se basa -máxime cuando empiezan a ser maduras, como la española - ni en el entusiasmo ni en la idealización sino en un pragmático, y en cierto punto escéptico, método de organización política que causa el menor daño posible porque es un poder controlado y dotado de la mayor transparencia de todos los regímenes. El menos malo. Sólo funciona aceptablemente si la oposición -minoritaria- es respetada. Para ello ha de colaborar de manera constructiva y eficaz a la gobernación del país. La situación presente de río revuelto está arrastrando a España a la antipolítica, ganancia de oportunistas.
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