Hace unos días las asociaciones GEA e Iniciativas Andamios para las Ideas llevaron a cabo una limpieza ecológica y colocación de carteles rotulados con frases de sensibilización, en el espacio natural de Los Cañones del río Eliche, con el objetivo de reivindicar la conservación de este emblemático paraje ante el muy extendido uso y disfrute de sus cristalinas aguas por parte de propios y extraños, que a veces ha dado lugar al abandono de basuras a lo largo del tramo de río y al caos de circulación en los accesos.
No es la primera vez que GEA señala problemas que se encuentran en la raya que delimita la responsabilidad privada y la pública. Recuerdo una original acción consistente en colocar banderitas en los excrementos caninos no recogidos por los dueños de los canes o las evaluaciones que han realizado sobre el estado de las zonas ajardinadas, señalando los deterioros y destrozos debidos a un mal uso o al vandalismo puro y duro.
En todos estos casos, arrojar las basuras en espacios naturales, no recoger las cacas de los perros o usar de manera inapropiada los columpios de un parque, la responsabilidad primera es de la persona que ensucia, no recoge o destroza. No hay duda alguna. Pero tras esta asignación de culpabilidad hacia el infractor, no puede obviarse otro tipo de responsabilidad por parte de la Administración.
Un conductor es el responsable de conducir a una velocidad excesiva, pero la Administración competente también es responsable de señalizar bien la velocidad permitida en cada tramo, vigilar la circulación y hacer cumplir la norma con todos los instrumentos que le permite la ley.
Pues de eso se trata. Cuando se señala un problema, como los ejemplos mencionados, no es con la simpleza de exculpar las responsabilidades individuales, sino con el objetivo de poner de manifiesto la parte de culpa que tenga cada parte. Y si por toda respuesta, por ejemplo ante el señalamiento de la basura abandonada en un entorno, la Administración competente solo alude al civismo de la gente, está dando a entender que todavía no se ha percatado del problema en su totalidad y su solución estará aún lejos.
Es evidente que hace falta mucho más civismo, recuperar la reflexión sobre lo que es correcto y lo que no es correcto, sobre la importancia de los actos individuales en el contexto de la sociedad, y el origen de muchos rebrotes de la covid-19 es una prueba de ello. Es incuestionable que la cuna del civismo debe ser el hogar, la educación y el ejemplo de los progenitores, pero incluso a su lado de responsabilidad la Administración también tiene algo que hacer a través de políticas (y acciones) de formación y sensibilización.
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