Se sabía que de un día a otro la recomendación sería una obligación por nuestro propio bien. Por ello, la jornada del sábado amaneció acompañada del silencio. Se echaba de menos el murmullo, la costumbre de ir a la compra con un toque de paseo, ver un escaparate o mirar los expositores de la perfumería. No deja de ser raro, pero era la única forma de empezar a afrontar las dos semanas que se presentan. No es fácil para nadie, incluso para quienes disfrutan entre las cuatro paredes por propia voluntad. La necesidad obliga a tomar la medida con lavado de manos, toser o estornudar en el ángulo del codo y no salir de casa. Así se podrá parar la epidemia.
Los móviles están más activos que nunca. Entre recomendaciones y enlaces, se intuye que todo será más fácil. Lo difícil vendrá cuando pasen los días, cuando la convivencia y nuestro espacio empiecen a saturarse. Habrá que echar mano de la paciencia con los niños, con los mayores y con nosotros. Entre las doce o catorce horas que nos llevamos despiertos, podemos abrir muchas puertas, asomarnos a muchas ventanas. No nos dará el aire, pero ayudarán a sobrellevar la situación. Hoy es una suerte ser parte del mundo virtual, tener acceso a casi todo y comunicarse en cualquier momento sin tener en cuenta el tiempo y la distancia. Quince o veinte años antes nos parece antediluviano y si pensamos en las restricciones que pasaron nuestros abuelos, se nos sale del patrón.
Este momento nos induce a pensar, a reflexionar, formándose un batiburrillo en la cabeza, porque se acumulan todo tipo de preguntas y un buen número de respuestas individuales. Tal vez por esto, algunas columnas han recordado citas de políticos o autores que nos inducen a repensar, a darle una vuelta a la reflexión más reciente sobre el tema, concluyendo en que se debe empezar por uno mismo, aceptar lo decretado, cumplir e incluso extremar las normas aconsejadas, difundidas y ser pacientes en lo que respecta al tiempo libre, porque ya se ha hecho pública la suspensión de la Semana Santa en Sevilla, en Murcia y aquí. Cuando estas líneas salgan impresas, se habrán sumado más poblaciones. Es lo razonable, porque en ello nos va la salud. Colaboremos quedándonos en casa, siendo parte del silencio de La Isla que rompimos el sábado por la noche al aplaudir la labor del personal sanitario. Emocionante. Es que cuando aquí se quiere, se quiere del todo.
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