Esta herramienta permite identificar las unidades de manejo (unidades de conservación) dentro de una determinada área forestal al definir de modo objetivo la escala en la que se debe actuar y las islas de vegetación más importantes para el mantenimiento de la diversidad genética.
El método se publica esta semana en la edición 'online' de la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (PNAS).
Según el investigador del CSIC en la Estación Biológica de Doñana (Sevilla) Jordi Bascompte, "una unidad de manejo es la unidad básica de conservación: indica qué porcentaje de bosque hay que preservar para que los procesos ecológicos y la diversidad genética se mantengan en niveles aceptables".
"Nuestro método proporciona un modo de definir estas unidades de forma objetiva, natural, sin que sean impuestas por el observador, indicando la escala de actuación para la conservación".
La investigación se ha llevado a cabo en el valle del Guadalquivir, con un bosque mediterráneo muy fragmentado, en forma de islas de bosque rodeadas de campos de cultivo (una situación muy común hoy día como consecuencia del uso humano del suelo).
Los autores han analizado la variedad genética de cuatro especies a lo largo de este paisaje: jara negra (Cistus salvifolius), mirto (Myrtus communis), lentisco (Pistacia lentiscus) y coscoja (Quercus coccifera).
Se han servido, además, de la teoría de redes informáticas, que analiza la forma en que varios nodos -un punto de intersección o unión de varios elementos que confluyen en el mismo lugar- interactúan entre ellos.
"Aquí cada isla de vegetación corresponde a un nodo y los links que se establecen entre ellos nos indican la existencia de una similitud genética significativa", aclara Bascompte.
La investigación ha encontrado que en tres de las cuatro especies estudiadas existen unas pocas islas que actúan de conexión entre diferentes módulos y tienen una gran importancia en los procesos de flujo genético.
Sin embargo, la identidad de estas islas es diferente según la especie, lo que supone un desafío para las políticas de conservación.
El grupo del investigador Jordi Bascompte es especialista en la aplicación de modelos de redes complejas a la ecología, enfoque que permite una mejor comprensión de las relaciones entre especies.
"Hasta hace poco -explica el científico- la investigación en biodiversidad se centraba exclusivamente en la riqueza de especies, olvidándose de las interacciones entre ellas o asumiendo que se producían de modo aleatorio, sin un patrón específico".
En contraste, "el paradigma de red enfatiza las interacciones ecológicas entre especies, acentuando la importancia de su interdependencia".
También permite, como en este caso, centrarse en las interacciones ecológicas entre islas de vegetación.
Los modelos desarrollados por Bascompte y su equipo para examinar las redes mutualistas de la naturaleza se han aplicado en el campo de la economía para evaluar el riesgo sistémico en finanzas y en redes cooperativas humanas como las que se dan entre empresas productoras y manufactureras de tejido.
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