Sevilla

Radares humanos en San Pablo

El auge del aeropuerto sevillano ha incrementado en un 124% los controles de entrada y salida en el puesto fronterizo

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  • Cada vez es “más difícil” que una falsificación escape del control tecnológico
  • Lo que no falla es el ojo clínico de los cuarenta agentes que trabajan en inspección fronteriza
  • Con las obras de ampliación del aeródromo, este servicio estrenará nuevas dependencias

El vuelo de Manchester viene con media hora de retraso, pero en el aeropuerto de Sevilla, en el puesto fronterizo situado en la zona de llegadas, cinco agentes de la Policía Nacional -más Zidanne, un pastor alemán juguetón de siete años- tienen todo el equipamiento técnico listo para evitar que entren en nuestro país, o por nuestro país como vía para alcanzar otro destino dentro de Europa, personas con cuentas pendientes con la Justicia, con la Policía Nacional, con prohibición de entrada en otros países o con intención de delinquir. Pero si hay algo que no falla en el equipo humano que forman el puesto fronterizo de San Pablo es el “ojo clínico”.

Los 40 agentes (entre ellos, tres mujeres, una de ellas subinspectora) que trabajan en el aeropuerto son auténticos radares a la hora de detectar a los malos. “Tenemos educado el ojo. Los que son sospechosos empiezan a titubear cuando llegan a la cola, o no son capaces de contestar  a las preguntas que les hacemos... Desde la cabina, empezamos a hacer nuestro trabajo”. El inspector Marcelino, con varios trienios a sus espaldas, asegura que ya “es difícil falsificar”, por lo que ahora lo que “está de moda es el impostor”. Africanos, marroquíes, chinos... intentan aprovechar los parecidos en los rasgos para intentar pasar por la frontera con un pasaporte que no es suyo. El jefe del puesto fronterizo, Rafael García Sánchez, explica que son ciudadanos albaneses, chinos e iraníes los que con más frecuencia intentan pasar con documentación falsa para llegar al Reino Unido.

Lo que tampoco ha escapado al ojo clínico de estos agentes es el estirón que ha experimentado el aeropuerto de San Pablo (en junio pasado, el número de viajeros creció un 23%). En 2012, por los filtros de entrada y salida de la inspección fronteriza pasaron 260.852 pasajeros. En 2018, último ejercicio cerrado en el aeropuerto sevillano, esa cantidad llegó hasta los 584.663 viajeros, lo que supone un incremento del 124%. La tendencia sigue siendo al alza, avisa el jefe del puesto: el pasado mes de junio, cruzaron por la inspección fronteriza 75.002 pasajeros frente a los 52.011 del mismo mes del año anterior, lo que supone un 44,2% más.

A realidades diferentes, necesidades distintas. Las obras de la nueva terminal internacional han comenzado ya y van a ser una revolución también para la seguridad.  A mediados del año que viene, el puesto fronterizo estrenará sus nuevas dependencias, en las que se instalará el ABC (Automatic Border Control) Sistem, con el que se automatizará la entrada para los ciudadanos europeos, del Espacio Económico Europeo y de la Confederación Suiza. Pero la tecnología en este caso no significará merma de recursos. Al contrario: “Tiene que haber un agente que controle desde su puesto el proceso de entrada automática que hará el pasajero por si hay fallos, si hay contratiempos o si hay casos sospechosos”, aclara el inspector Marcelino. Y si hay un elemento de peso para defender la necesidad de más ojos clínicos en este puesto fronterizo, ése es, sin duda, el crecimiento esperado del aeropuerto sevillano, crecimiento que justifica las obras de ampliación, ya que se esperan alcanzar los 10 millones de viajeros.    

Nuevas conexiones y el Brexit

¿Qué ocurre cuando los agentes detectan en la inspección fronteriza un caso sospechoso? Éste pasa a lo que se denomina una “segunda línea”, donde es sometido a una entrevista personal en la que se presta especial atención a que no entre en contradicciones. En el caso de que se le deniegue la entrada, o bien se intenta que la compañía aérea lo devuelva en el mismo día al destino del que venía o, en caso de que no sea posible en el mismo día, pasa el tiempo que sea necesario en una de las habitaciones habilitadas en el puesto fronterizo con camas, baños y armarios.

La gestión de las fronteras es una maraña de legislación, papeleo y trámites que los agentes conocen a la perfección, y, como ellos, aquellos que vienen con intención de cruzarla de manera nada ortodoxa. De ahí que el puesto fronterizo del aeropuerto de San Pablo sea, en estos momentos, no un punto caliente, pero sí un foco al que prestar atención.

En el horizonte, nuevos vuelos que se están negociando (como Turquía, un destino considerado caliente) e incluso la salida del Reino Unido de la UE, que llevará a los ciudadanos británicos a pasar muchos más controles cada vez que pisen cualquier aeropuerto europeo. De tal modo que, parafraseando el refrán, ochenta pares de ojos ven más que cuarenta. 

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