Según la directora de la residencia, Rosa Bonachela, las instalaciones poseen dos tipos de calderas de biomasa que utilizan como combustible el hueso de la aceituna o el pellets, dependiendo de la disponibilidad del momento, ya que el procedente del hueso de aceituna es difícil encontrar sin humedad y tiene que estar muy seco para ser eficiente. Así, las calderas les permiten simultanear ambos combustibles adaptando los parámetros de combustión.
La residencia posee dos calderas, una para el agua caliente y otra para la calefacción. En el primer caso, la caldera también recibe energía de las placas solares instaladas en la residencia, de forma que cuando la potencia no es suficiente, se activa el mecanismo de combustión del biocombustible. En el caso del sistema de calefacción, la caldera sólo usa la biomasa, lo que le permite una climatización muy similar a otras convencionales.
El mantenimiento de las calderas lo realiza una empresa especializada contratada al efecto, mientras que desde la residencia sólo se tienen que limpiar los residuos que dejan los biocombustibles -similar a las cenizas- en las calderas, algo que depende de las horas en las que hayan estado en funcionamiento.
Rosa Bonachela asegura que aún no tienen una comparativa sobre el gasto energético y la viabilidad que supone la biomasa puesto que llevan con ella desde enero, pero tiene claro que la rentabilidad ecológica es más importante. De hecho, resalta cómo numerosas residencias del entorno de Cazorla optan por este sistema ante el potencial biomásico del olivar.
La biomasa se abre paso en el confort
El uso de las energías renovables en el sector hotelero y turístico se ha ido extendiendo a lo largo de los últimos años por toda Andalucía, especialmente en zonas de turismo de interior, como es el caso de los hoteles Sierra de Cazorla o El Guerra, en Sierra Nevada. En ambos casos han recibido un incentivo de la Agencia Andaluza de la Energía por las instalaciones.
En el primero de los casos, el hotel Sierra de Cazorla, su director Ángel Moreno, apostó por la instalación de dos calderas de agua caliente de 350 kilowatios de potencia cada una que se surten de biomasa. La principal fuente son los huesos de aceituna y los restos de la poda del olivar, aunque también se pueden utilizar cáscaras de almendra o de piña como combustible.
El cambio de las instalaciones lo realizó a finales de 2006 y ya está apunto de amortizar los 190.000 euros que le costó pero Moreno destaca más el cambio de filosofía en el consumo de combustibles, sobre todo, por el potencial que posee Jaén y la Sierra de Cazorla, donde está enclavado su hotel.
Consumir lo propio. Y tanto: el agua caliente producida por las calderas de biomasa, utilizando como fuente de energía lo que sobra del mar de olivos de la tierra, le cubre tanto la climatización de las instalaciones como el agua caliente que requieren las habitaciones y el propio hotel, que cuenta, además, con un centro de SPA. Hace año y medio, en estas páginas, ya destacaba al igual que Rosa Bonachela, cómo las propias cooperativas ya utilizan estos sistemas en sus instalaciones y han conseguido una nueva fuente de ingresos y dar salida a unos residuos que, a la vista está, tienen un alto potencial calórico.
El segundo ejemplo está enclavado en Sierra Nevada, muy cerca de la estación de esquí, y los huesos de aceituna también le sirven para generar los 600 kilowatios de potencia que necesitan para la calefacción y el agua caliente de sus instalaciones.
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