Lo siento. Soy muy pesado con el flamenco. Incluso me gustaría que en la Feria según Jerez la bulería, la soleá o la siguiriya fuese la única música que se escuchase. Porque estamos en Jerez. Pero entiendo que por el hecho de haber nacido en esta tierra al sur del sur de Europa no a todo el mundo le tiene que gustar el flamenco, no a todo el mundo le tiene que gustar el vino, no todo el mundo tiene que ser cofrade, no todo el mundo tiene que ser un entusiasta de la feria, no todo el mundo quiere irse un día sí y otro también a la playa y no todo el mundo tiene que ser como a mí me gustaría que fuese. El libro de los gustos, dicen, está en blanco. Pero evidentemente el flamenco, el flamenco en Jerez tiene un embrujo especial. Enamora no solo los sentidos sino que llega hasta tocar los sentimientos. Y si no que se lo digan a esa pareja que disfrutaba como nadie el pasado domingo en la Peña Los Cernícalos. No solo viendo sino participando del espectáculo que allí se vivía. No se habían visto en la vida y se conocieron, cómo no, en Jerez. Ella es malagueña y él jerezano. Los dos coincidieron en una zambomba y se comenzaron a enamorar. Tanto que terminaron casándose y yéndose a vivir a tierras malagueñas, aunque viven casi más tiempo en Jerez que en Málaga donde, entiendo, que solo les retiene el tema profesional. No se pierden la feria. Y van de la Peña La Bulería a la de Los Cernícalos y de Los Cernícalos, frente por frente a La Redención Salesiana que, llevada por sus propios hermanos, es una gozada de buen ambiente y de mejor comer, a la Buena Gente y de La Buena Gente al buen flamenco del Cuadro y del Cuadro a donde haya cante y baile porque el flamenco los unió.
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