Al hablar de los escritores beats decía que habían partido, intelectualmente, de una voluntad de regreso a la Naturaleza y de una rebelión contra la máquina. Ginsberg investigó los efectos de las drogas sobre la creación literaria en orden a la elaboración de imágenes poéticas, al autoconocimiento y a la exploración del subconsciente. Luego, siguiendo una tendencia generacional, viajó al Oriente, permaneciendo dos años en la India, pero de aquel viaje a la semilla volvió desencantado: no encontró la iluminación que él esperaba. Lo que sí le reportó bastantes beneficios espirituales fue su estudio del gnosticismo: movimiento de inequívocas raíces orientales, si bien ampliamente reelaborado (adaptado) en Occidente (cátaros, templarios, masones). Tuvo vivencias místicas: una vez hasta llegó a escuchar la voz de William Blake; pero fueron arrobamientos íntimos: sin ectoplasmas, ni mesas parlantes, ni muebles volando.
A propósito de la madre de Allen Ginsberg: Naomi Ginsberg (de soltera Livergant) era una emigrada rusa de origen hebreo, que padecía graves trastornos psíquicos de tipo paranoico (manía persecutoria); izquierdista radical, se afilió al CPUSA (Partido Comunista de los Estados Unidos) y se entregó en cuerpo y alma a un activismo desenfrenado. Terminó por abandonar a su marido (Louis Ginsberg) y a sus dos hijos, Allen y Eugene. El poeta vio a su madre “atada con correas a una camilla, gritando y vomitando”, como la niña de El Exorcista (B. Cook: La Generación Beat, Seix Barral, Barcelona, 1974). Allen Ginsberg la visitó en el manicomio “entre viejas catatónicas y brujas arrugadas y a rastras”, según cuenta el poeta, a quien se le quedó grabado el cuerpo desnudo y devastado de su madre. Este desastre inspiró a Ginsberg el que, sin la menor duda, es su mejor poema: Kaddish, escrito tras la muerte de Naomi (1956) e incluido en el libro Kaddish and Other Poems 1958-1960 (City Lights Books, San Francisco, 1961). En esta impresionante y extensa elegía (más exactamente contra-elegía) Ginsberg introduce recuerdos, emociones, sacudidas anímicas, aborrecimientos, fantasmas. Y todo ello sin el menor asomo de sentimentalismo: Oh madre / qué he omitido / Oh madre / qué he olvidado / Oh madre / adiós / con un largo zapato negro / adiós / con los seis pelos negros en el lobanillo de tu pecho / adiós / con el viejo traje y la larga barba negra alrededor de tu vagina / adiós / con tu vientre combado / con tu miedo a Hitler / con tu boca de malos cuentos…
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