El sexo de los libros

William Burroughs y el Almuerzo Desnudo

  • Williams Burroughs
“Que se oigan en todas partes mis últimas palabras. Que se oigan en todos los mundos mis últimas palabras. Oigan todos ustedes, sindicatos y gobiernos de la tierra. Y ustedes, autoridades que apañan negociados inmundos concertados vaya uno a saber en qué letrinas para apoderarse de lo que no es de ustedes. Para vender el suelo bajo los pies de los que no nacerán.” Así comienza la novela de William S. Burroughs (1914-1997) titulada Nova Express (1964). El libro es: literatura conspirativa, ciencia-ficción (más ciencia que ficción) de fuerte contenido político, hipersensibilidad antisistema, experimentalismo en el lenguaje y en la estructura narrativa. Es, evidentemente, mucho más que todo esto. El escritor Burroughs aprendió bastante del exterminador Burroughs. William Burroughs trabajó durante una temporada en Chicago (sobre todo en South Side) como exterminador de animales habitualmente considerados asquerosos que suelen organizarse en forma de plagas. “Matábamos de todo: ratas, ratones, cucarachas, chinches de agua”. Ocurrían cosas raras en ese trabajo. Habla Burroughs: “Lo que había que descubrir primero era qué comían las ratas. Una vez que lo sabíamos poníamos manos a la obra. Pero nunca se podía saber quién más se comía los alimentos empapados en arsénico que destinábamos a las ratas”.


Burroughs siempre negó su pertenencia a la Beat Generation, aunque siempre estuvo su nombre asociado a los de Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Gregory Corso, Neal Cassady y el resto. De hecho, Burroughs convivió intensamente con los escritores beat, y éstos lo admiraban y lo tenían por un auténtico mentor y aprendieron mucho de él. No pocos críticos afirman que William Burroughs constituye, de por sí, todo un movimiento estético y contracultural. Existe un universo Burroughs. Tal vez sea un tanto exagerado defender esta tesis, pero hay gente muy preparada que lo hace. Burroughs fue y no fue beat. Es decir: ni sí ni no, sino todo lo contrario.

Burroughs fue un resistente desde la subcultura de la droga (gramática generativa de la intoxicación), desde la homosexualidad, desde el cinismo antihumanista, desde su condición de enemigo público, desde la procacidad, desde el horror. Se ha dicho que el consumo de estupefacientes tuvo en Burroughs valiosas consecuencias literarias en cuanto a la creación de imágenes y a la reproducción de situaciones delirantes y estados de conciencia insólitos. Heroína, cocaína, alucinógenos de todo tipo. Burroughs no se andaba por las ramas. Bajaba con frecuencia a México en busca de hierbas y hongos psicodélicos. Acumuló una gran sabiduría sobre esa especialidad de la botánica. Al final consiguió desengancharse. Burroughs acabó pensando que el tráfico de drogas y la propaganda a favor de las mismas era una estrategia de control mental desarrollada por el poder para liquidar movilizaciones en contra del orden establecido.

Burroughs aseguraba ser un autor realista: “El escritor —decía— sólo tiene un tema sobre el cual poder escribir: lo que hay frente a sus sentidos en el momento que escribe… Soy un instrumento grabador”. Realidad objetiva y subjetiva, exterior e interior. Una fantasía, una visión, un sueño, también son realidades, como los desvaríos del subconsciente. Realismo mágico, realismo onírico, realismo surrealista.

La novela Naked Lunch (Almuerzo Desnudo) se publicó en París en 1959 por la editorial Olympia Press. En los Estados Unidos no apareció hasta 1962 bajo el sello de Grove Press. Inmediatamente fue prohibida por un tribunal de Boston por su obscenidad. Pero en 1966 la Corte Suprema Judicial de Massachussets anuló la interdicción tras un sonado proceso, en el cual intervino, como testigo de la defensa, Norman Mailer. También participaron, en idéntico sentido, los poetas Allen Ginsberg y John Ciardi. Preguntado acerca del significado de la polémica obra, Mailer dijo: “Para mí este libro es simplemente una descripción del infierno. Es el infierno, precisamente”.


Fragmentos de El Amuerzo desnudo (Anagrama, Barcelona, 2005)

1) "Leif el Malasuerte era un noruego alto y delgado con un pareche sobre un ojo, la cara congelada en una permanente mueca obsequiosa. Tras él quedaba una saga épica de empresas fallidas. Había fracasado criando ranas, chinchillas, luchadores de Siam, raminas y perlas cultivadas. Había intentado varias veces y sin ningún éxito, montar un Cementerio de Pichoncitos Los Dos En El Mismo Ataúd, monopolizar el mercado de condones durante la crisis de la goma, dirigir un prostíbulo por correspondencia, vender penicilina como producto patentado por él. Había utilizado sistemas de apuestas desastrosos en los casinos europeos y en los hipódromos norteamericanos. Sus reveses en los negocios se equiparaban con las increíbles desdichas de su vida personal. Unas bestias de matinos le habían arrancado a patadas los dientes de delante en Brooklyn. Unos cuervos le habían sacado un ojo cuando, después de beberse casi un litro de paregórico, quedó sin sentido en un parque de Panamá capital. Estuvo cinco días atrapado en un ascensor entre dos pisos mientras padecía una crisis de carencia de heroína, y sufrió un ataque de delirium tremens durante una travesía clandestina escondido entre la carga" (pág. 180).

2) Habla el doctor Benway: "Estudié neurología en Viena, con el profesor Dedoenculo... que se conocía hasta el último nervio del cuerpo. Viejo magnífico... Tuvo un final lamentable... Se le escaparon las hemorroides externas yendo en el Hispano-Suiza del duque del Ventre y se le engancharon en la rueda trasera. Se destripó completamente y sólo quedó la cáscara vacía sentada sobre la tapicería de piel de jirafa... Hasta los ojos y el cerebro salieron con un espantoso sonido de succión. El duque del Ventre dice que llevará este terrible sonido dentro hasta el mausoleo" (pág. 165).

3) "¿He contado lo de cuando Marv y yo pagamos 60 centavos a dos niños árabes para que follasen delante de nosotros? Entonces le pregunto a Marv:
-¿Crees que lo harán?
Y él dice:
Creo que sí. Tienen hambre.
Y yo digo:
-Pues entonces me gusta más todavía.
Me hace sentirme como un viejo verde, pero son cosas de la vida, como dijo Soberba de la Flor cuando la pasma le soltó un sermón por liquidarse a una ja y llevarse a la muerta a un motel y echarle un polvo..." (pág. 69).

4) "Me llaman el Exterminador. Durante un breve punto de intersección desempeñé ese trabajo y asistí a la danza del vientre de las cucarachas ahogadas por el polvo amarillo del pyrethrum ('Difícil de conseguir ahora, señora... la guerra. Le dejaré un poco... dos dólares'). Regaba con el producto grandes chinches pegadas al empapelado color rosa de siniestros hoteles para gente de teatro en North Clark y envenenaba a las ratas, ocasionales comedoras de cachorros humanos. ¿Y tú no?" (pág. 203).


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