Sindéresis

Los limites de la opresión

Porque, no os olvidéis, que de nada sirve una década de trabajo impecable si la cagas con tu última obra.

Publicado: 03/09/2018 ·
01:07
· Actualizado: 03/09/2018 · 01:07
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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Con respecto al humor que viene de abajo hacia arriba o de arriba hacia abajo, si Karl Marx hubiera estado atento a las redes estos días habría dicho: «No os peleéis, que sois todos obreros». Y posiblemente Orwell habría respondido: «Pero algunos son más obreros que otros». ¿Cuál es ese obrero que está por encima de todos los demás y, por tanto, descalificado para hacer chistes acerca de los otros? Pues veamos. El hombre ha estado toda la historia en posición predominante sobre la mujer, así que obviamente, el hombre no puede hacer chistes sobre mujeres. El blanco ha estado predominantemente sobre otros pueblos humanos, al menos según la historia que conocemos nosotros y en el ámbito geográfico en que nos movemos, así que el blanco no puede hacer chistes sobre otros pueblos humanos. Las personas heteronormativas han estado en posición predominante sobre personas de otras orientaciones sexuales y de otras identidades sexuales, así que las personas heteronormativas no pueden hacer chistes sobre otras orientaciones e identidades sexuales. La gente poderosa ha estado siempre en una posición predominante sobre la gente pobre, así que, lo que sigue, ya lo sabéis: los poderosos no pueden hacer chistes más que sobre otros poderosos (tampoco nos íbamos a enterar de los chistes que cuentan entre ellos, pero ahí queda).

¿A que este conjunto de normas parece absurdo? Claro que es absurdo, porque nadie puede enseñarte a tener buen gusto, porque el talento no se compra, aunque se venda todos los días, porque la diferencia entre un chiste bueno y un chiste malo es un pelo de piojo, igual que la diferencia entre un libro bueno y uno malo, porque no es lo mismo Lolita que un chiste pedófilo y no es lo mismo jartarte de reír con un gitano que jartarte de reír de un gitano. Porque conmigo mis amigos se pasan un huevo, pero eso no es buylling, aunque me den la tarde. Porque hace humor es la hostia de difícil y el que lo hace, o intenta, es el que la caga.

Hace poco mantuve una conversación con un director de cine que estaba poniendo a parir una película basada en hechos reales por su gratuidad en la crudeza. Era la primera vez que leía a este hombre denostar el trabajo de nadie. Algunas personas del mundillo le preguntaban por qué esta y no la otra, qué diferencia hay… La diferencia, la chispa, su ausencia, el diálogo que no está escrito, la complicidad, el talento… Eso es muy difícil de alcanzar SIEMPRE. Porque, no os olvidéis, que de nada sirve una década de trabajo impecable si la cagas con tu última obra. El plato lo rompe el que friega platos, pero el que trabaja bajo el escrutinio de los sentimientos y sensaciones de las personas se equivoca una vez y punto. El año pasado gané un premio literario con una novela en que la protagonista era una mujer transexual. Apuesto a que no conocéis muchas novelas en que se haya optado por ello. Apuesto a que muchas personas agradecen que se visibilicen las vidas y problemáticas de estas mujeres, aunque sea en el contexto de una novela de terror. Pero tú te expones a que suceda lo contrario y alguien te acuse de perpetuar estereotipos, quizá con razón, quizá por culpa del dolor. Yo asumo ese riesgo dentro de los límites de la crítica literaria; faltaría más. Lo que no asumo es exponerme a amenazas de muerte por este motivo.

Queréis que bajemos a un sitio al que muy poca gente saber bajar y traigamos perlas que os saquen del hastío, que os hagan más llevaderas vuestras vidas durante un rato, que compongan en cierto modo el último piso de la pirámide de Maslow. Pues dejadme que os lo diga por adelantado: nos vamos a equivocar muchas veces. Nos dejaremos revolear por la crítica como bolsas de plástico, pediremos disculpas e intentaremos mejorar, pero ya; no somos vuestros problemas. Y cuando un problema de verdad llega al poder, es a nosotros, los creadores, a los que primero buscan, encarcelan o dan el paseíllo por haber puesto siempre la misma cara que a veces queréis partirnos, no por falta de talento. 

Je suis Charlie Hebdo, ¿no? Ya veo, ya.

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