El Puerto de Santa María, ciudad de historia y turismo. Ese era el lema que algunos años figuraba en la entrada de la Nacional IV en uno de los pasos elevados para peatones que atravesaba la carretera. Hemos sido la envidia de la provincia por su situación geográfica, la ciudad cómoda de la Bahía, la más visitada, de la mejor gastronomía con su mejor restaurante, las de las playas más concurridas de toda la costa y en definitiva una ciudad que propios y extraños disfrutábamos.
Hoy la situación ha cambiado y no quiero buscar culpables, quizás seamos los propios portuenses los que con nuestra apatía hemos contribuido a este deterioro. Alguien me decía que va a ser necesaria que pase esta generación para que El Puerto recupere el esplendor del que gozaba. Lamentable que haya que esperar 30 o 40 años para que esto suceda; ¿cuántos edificios abandonados a merced de las inclemencias del tiempo hasta su destrucción total? Algunos de propiedad municipal.
Es necesario poner coto a tanta dejadez y en esto sí son culpables nuestros concejales, pero no solo los que gobiernan, calles sucias, más bolsas de basura alrededor de los contenedores, plástico, colillas, cáscaras de frutos secos, excrementos de perros, etc., debido al incivismo de algunas personas que no han recibido la educación necesaria y que en las escuelas no solo hay que formar sino también educar.
El pasado sábado una pareja de visita a la ciudad me pidió que le indicara cómo dar un paseo al restaurante A Poniente y sentí un rubor enorme pensando lo que se iban a encontrar antes de entrar en ese magnífico local del Molino de Marea.
No voy a describirlo porque dan ganas de llorar. Se debe adecentar el entorno del único restaurante de Andalucía con tres Estrellas Michelín. Ángel León pasea el nombre de El Puerto por todo el mundo entero y merece que su restaurante presente un paisaje digno a tanto esfuerzo.
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