San Isidoro del Campo fue declarado Monumento Artístico Nacional en 1872, el primero en la provincia de Sevilla, dados su valores históricos y artísticos. Esta medida pretendía proteger al Antiguo Monasterio de su ruina y destrucción. Actualmente tenemos un Monumento parcialmente restaurado, ya que sólo se ha intervenido en los edificios medievales, ante el compromiso adquirido por la cesión temporal de éstos a la administración andaluza. Mientras que el resto del conjunto, que es de titularidad pública y supone su mayor parte, se halla en un lamentable estado de abandono y ruina.
Durante años, la ciudadanía no pudo acceder a este Enclave Monumental, pero desde 2002 se ha podido visitar el núcleo medieval tras su restauración y puesta en valor. Este acceso es cada vez más restringido y los sucesivos proyectos para la rehabilitación integral del monumento parecen dormir el sueño de los justos mientras avanza su ruina.
A nivel económico, dada la debilidad del entramado industrial andaluz, nuestro Patrimonio va adquiriendo mayor relevancia por su potencial y se ha convertido en nuestro gran activo. Por ello, la ciudadanía ha de concienciarse de que el Patrimonio es un bien de todos, especialmente el de titularidad pública, y que toda inversión en su rehabilitación repercutirá positivamente en nuestro desarrollo. Esto parece que no se tiene claro en Sevilla, a pesar de la rentabilidad económica de monumentos como el Alcázar o la Catedral. Otras ciudades andaluzas con menor bagaje patrimonial sí apuestan decididamente por el Patrimonio como motor económico, dotándose de una serie de instituciones museográficas que ponen en valor unos bienes patrimoniales que aquí se almacenan en los fondos de nuestros Museos, ocultos a todos.
A estas alturas tenemos claro que nada es inocente ni casual. La coartada de “la crisis”, ya por manida, es ineficaz: se ha invocado de forma reiterada desde 1993, si no antes, a una crisis eterna. En todo caso, si se considera al turismo cultural como un factor de desarrollo, habrá que creerlo realmente y actuar en consecuencia. Es claro que el valor esencial de nuestro Patrimonio no es el económico: él forja nuestra identidad, nos define. Hay que reivindicar en primer lugar su conservación, a la par que su conocimiento y disfrute por la ciudadanía, ya que no se valora ni se defiende aquello que se desconoce. No hay justificación para que sucesivas generaciones de ciudadanos desconozcan elementos esenciales del Patrimonio de Sevilla, sintiéndolos como algo ajeno, incluso ignorando su existencia.
La nómina es larga: Tesoro del Carambolo, Castellum Aquae de la Plaza de la Pescadería, Torre de Don Fadrique e Iglesia de Santa Clara, San Luis de los Franceses, Atarazanas, Fábrica de Artillería, Iglesia del Antiguo Convento del Carmen, Claustro y Escalera de San Agustín, Monasterio de San Jerónimo de Buenavista, San Hermenegildo, San Laureano, Palacio Arzobispal, Iglesia de Santa Catalina, Palacio de los Monsalves e incluso el deterioro y cierre parcial de nuestros Museos.
El caso de San Isidoro del Campo es paradigmático: se tuvo claro su valor emblemático cuando se proyectó ubicar en él un Parador o el Archivo General de Andalucía, pero no para salvarlo de su ruina. Los ciudadanos debemos exigir responsabilidades a quienes hemos puesto al frente de la gestión de lo que es nuestro, para que se ponga en valor y se conserve, pues al ser de todos tenemos el deber de transmitirlo a las generaciones futuras. Santiponce necesita una eficaz tutela pública de su Patrimonio, Itálica y San Isidoro del Campo, poniendo a pleno rendimiento ese motor clave para su economía.
Es esencial que la ciudadanía conozca, disfrute y valore lo que es suyo, se comprometa con el Patrimonio y lo defienda, asumiéndolo como seña de identidad, que además se ha convertido en un valor estratégico para nuestro desarrollo. Exijamos que no se nos oculte nuestro Patrimonio, que no secuestren nuestro futuro.
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