Patio de monipodio

Rescates

Gramaticalmente empezamos mal. Económicamente terminamos peor. Cuando los bancos lo consideraron oportuno en función de su pretendido beneficio, se embarcaron..

Gramaticalmente empezamos mal. Económicamente terminamos peor. Cuando los bancos lo consideraron oportuno en función de su pretendido beneficio, se embarcaron en la aventura de convertir la construcción casi en única actividad productiva, “olvidaron” valorar que la alta valoración -la llaman “tasación”- de los precios, podía suponer hipotecas más altas y más altos rendimientos dinerarios, pero germinaba una burbuja de tan grandes dimensiones, que su explosión dejó a todos a los pies de los caballos. Literalmente.

Ellos se embarcaron, recurrieron a la financiarización, inventaron los derivados y los derivados de los derivados; montaron un tinglado (ingeniería económica, lo llaman con todo el descaro), del que era imposible salir. Pero ahí estaba “papá Estado”, es decir, el esfuerzo de todo contribuyente, para remediar sus errores y sus horrores, materializados en sueldos de directivos y beneficios de accionistas, que no perdieron. Lejos de perder, con su acaparadora y ambiciosa gestión mejoraron el negocio gracias al llamado “rescate”. Eran “demasiado grandes para dejarlos caer”. ¿Por eso? los dejaron crecer. Para hacerlos más fuertes, más competitivos, decían. Sí, más fuertes para imponerse al Estado en la próxima debacle que ya están preparando. Que “si el negocio funciona”, conviene repetir. Mientras haya trabajadores y autónomos para aguantar el empujón… pues parece que ni siquiera saben contar, porque su ambición ha disminuido drásticamente el número de los ocupados.

Vista la facilidad con que se “rescata” lo que nunca fue del Estado ¿por qué concederlo a los bancos en exclusiva? Las demás grandes empresas también “tienen derecho”. Ahí están las constructoras. Incapaces de diversificarse en actividades productivas que generen plusvalías y empleo permanente; demasiado nostálgicos del brutal beneficio obtenido durante la burbuja, idearon el nuevo “nicho” de las obras públicas: autopistas para dotar a la capital del reino del más completo entramado comunicativo. Pero, la ambición superaba a la razón, faltan otras infraestructuras: ferrocarriles, accesos a grandes y medianos núcleos, circunvalaciones en Andalucía, pues se centraron en el centro, con su mayestática idea centralista y lo dotaron de un armazón muy superior a las necesidades reales, incluso del tan cuidado y dilecto centro penínsular principio (y fin) de todas las carreteras, autovías y autopistas.

¿Error de cálculo? ¿Se equivocaron al calcular las necesidades reales de desplazamientos? ¡Qué más da! Mientras esté aquí “papá Estado”, para invertir en ellos el dinero que debería servir a la enseñanza, a la sanidad, a las pensiones, al fomento de la industria… se les “rescata” y ya está. Empezamos mal: sólo se puede rescatar lo que ha sido propio. Los bancos son privados y las constructoras, privadas y su financiación con dinero público nos priva al resto de los servicios a los que tenemos derecho. Y eso es, también, terminar mal. Muy mal. Peor. Nosotros; ellos no. Ellos ya se pueden meter en cualquier negocio, rentable o ruinoso, que para sanearlos y otorgarles pingües beneficios, ya estamos los demás. ¿Por cuánto tiempo?

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