Andalucía más que verde

Come y calla

¿Se imagina usted una España en la que los consumidores eligiesen sus alimentos en base a criterios científicos objetivos?

¿Se imagina usted una España en la que los consumidores eligiesen sus alimentos en base a criterios científicos objetivos? ¿Se imagina que, en lugar de comer los productos que están más “ricos” o que atesoran las propiedades nutricionales más milagrosas, los españoles optásemos por alimentos no procesados, locales y producidos de forma justa y sostenible? ¿Se imagina a usted mismo iniciando un debate con su médico de cabecera sobre las razones que le llevan a recomendarle la ingesta de leche o el consumo regular de Actimel?

En efecto, se trata de un ejercicio de abstracción mental considerable. Supongo que usted, al igual que yo, tiene la sensación de que deberán producirse muchos y radicales cambios en nuestro país para que el consumidor corrija su miopía y se transforme en un ser reflexivo y libre capaz de elegir los alimentos que le convienen en lugar de los alimentos que convienen a otros.

Estos cambios no vendrán de las instituciones públicas, ni de los centros educativos, ni siquiera de las organizaciones sociales que velan por los intereses nutricionales del consumidor. Todos ellos tienen demasiados intereses económicos vinculados a la industria química y alimentaria.

No cabe esperar que una Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición que ha estado capitaneada hasta fechas recientes por una ejecutiva de Coca-Cola España se erija como adalid de la alimentación saludable. Pecaríamos de ilusos si esperásemos que los colegios e institutos españoles estuvieran poniendo todo su empeño por erradicar la imagen de papeleras llenas de bolsas de chucherías y latas de refrescos durante el recreo, cuando lo cierto es que la presencia de máquinas expendedoras de comida y bebida basura es cada vez más frecuente en ellos. Tampoco deberíamos confiar en la mayoría de organizaciones que investigan y crean tendencia en materia de nutrición y alimentación saludable, porque es habitual que una parte de su financiación provenga de la industria de la que se supone deberían de ser un contrapoder.

Así las cosas, me temo que es usted, consumidor y consumidora de a pie, quién debe informarse y formarse de forma autodidacta para convertirse en ese ser reflexivo y libre al que me refería líneas atrás. Su salud y la de sus seres queridos están en juego. Quienes deberían velar desde las instituciones por ello no solo no hacen bien su trabajo sino que a veces intentan confundirle. Esta confusión constituye una de las herramientas más perversas que emplea el sistema capitalista para autoperpetuarse a través de su principal motor: el consumismo inconsciente y acrítico.

Afortunadamente, algunos profesionales y organizaciones, no sin importantes sacrificios, hemos decidido conservar nuestra independencia para convertirnos en ese verdadero contrapoder sin el cuál, la evolución hacia una sociedad de las personas y no de las corporaciones, no sería posible.
 

Dr. José Liétor Gallego
Miembro de EQUO Jaén y editor de www.educacion-ambiental.es

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