El Loco de la salina

Lo que no pudo hacer Napoleón

La cuestión es que ese poquito que tenemos, aunque sea en la casapuerta, nos lo destrozan por la misma cara.

Lo que no pudo hacer Napoleón contando con el mejor ejército de fanfarrones de Europa lo han hecho cuatro descerebrados en una noche y sin bajarse de la paquetera ni despeinarse. Bonaparte se dejó buena parte de su cara (de ahí su nombre probablemente) intentando apoderarse de La Isla y se tuvo que ir aburrido con los dobladillos llenos de fango.

Sin embargo estos cuatro prendas, aprovechando la oscuridad de la noche, que es la gran aliada de los canallas y sinvergüenzas, han levantado del tirón todas las losas de Tarifa en una de las baterías del sitio histórico del Puente Zuazo en el Real Carenero. O sea, que lo han hecho con nocturnidad y alevosía. Y, si no es porque la Virgen del Carmen estaba atenta a la jugada, nos dejan con una mano delante y la otra también delante para que nos den por la retaguardia con facilidad.

Aunque un sangrante cartelito de que allí empieza el término municipal de Puerto Real se nos mete por los sentidos nada más cruzar el Puente Zuazo, la verdad es que el Real Carenero lo consideramos como algo nuestro y está tan cerca de La Isla como lejos de Puerto Real. Quiere decir que nuestro término municipal es más pequeño que el cerebro de uno que yo me sé y que unos tengan tanto y otros tengamos tan poquito tiene guasa. Cosas de la Historia que nos ha tocado vivir.

La cuestión es que ese poquito que tenemos, aunque sea en la casapuerta, nos lo destrozan por la misma cara. Y ahora viene la pregunta obligada que nos corroe a todos los locos: ¿de quién es la culpa del destrozo de marras? Ya contamos con lo de siempre, es decir, que los políticos se van a echar las culpas unos a otros, porque en eso son consumados expertos. Que si Fomento, que si el Ayuntamiento, que si el PP, que si el PSOE, que si Rajoy, que si Trump (ya el americano está en todos los follones)…

Aparte de toda esta caterva de presuntos, nosotros vamos a analizar el tema racionalmente, aunque la razón es precisamente lo que nos falta a los locos. En primer lugar, queda claro, como el puchero de un pobre, que cuando en La Isla o en Puerto Real (que es el caso), o en Pekín se hace algo, automáticamente hay que poner un vigilante, o dos, o unos cuantos perros agresivos a pie de obra, o pirañas hambrientas o candados gigantescos, o no sé qué más pudiera asustar a esos elementos de paqueteras nocturnas. Si cualquier cosa recién estrenada se deja aquí al aire libre de las salinas, está comprobado que se la llevan a la primera de cambio.

n segundo lugar, vamos a partir de una base: el que compra algo robado es tan chorizo y culpable como el que lo roba e incluso algo más porque abusa del que le llega a ofrecer lo robado y del que luego se lo va a comprar. Por eso, lo suyo es meterle caña a todo el que compre losas de Tarifa o metros de cable o lo que quiera que sea a precios tirados e increíbles. Por cierto, le han dado a esos impresentables por el asunto de los cables y, al paso que van las cosas, cuando nos vayamos a dar cuenta, vamos a tener que alumbrarnos con los cirios de Semana Santa, porque no paran de robar metros y metros de cable de cobre con una facilidad que espanta.

Este loco ha podido ver con alegría que ya se limpiaron junto al Puente Zuazo los alrededores de la lápida que conmemora el comienzo de la España libre y eso hay que agradecérselo al Ayuntamiento. Sin embargo es insuficiente. Todo el entorno hay que cuidarlo y mimarlo. Podría ser un auténtico pelotazo. Tenemos una joya extraordinaria a nuestras puertas y no se le saca el rendimiento oportuno. Y encima se lo llevan cuatro desalmados ¿Hasta cuándo?

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